La ouija que desató la pesadilla. El expediente Vallecas (parte 1)

Este año se cumple el 27 aniversario de un suceso extraño que hunde sus raíces en la madrileña Vallecas. Aquellos acontecimientos y los que los precedieron marcaron el antes y el después de una familia. La tragedia, el miedo y la confusión fueron protagonistas durante varios años de los Gutiérrez Lázaro. Aquella historia se ha convertido en un mito moderno que, incluso, ha llegado a la gran pantalla con una película que ha cosechado un enorme éxito tanto en España como fuera de nuestras fronteras, Verónica (2017) de Paco Plaza. Se han vertido muchas versiones sobre los extraños fenómenos que acosaron a aquella familia y de los que la Policía presuntamente también fue testigo. De hecho, existen disensiones entre los miembros de la familia. En esta entrada exponemos una de las primeras versiones de uno de los misterios más polémicos y controvertidos de España

19 de noviembre de 1992. 2:00-3:00 de la madrugada. Vallecas (Madrid). Una patrulla formada por cinco agentes de policía y el inspector jefe José Pedro Negri acuden al portal número 8  de la calle Luis Marín alertados por una llamada telefónica que había recibido la central desde esa dirección. En el portal se encuentran a una familia angustiada y aterrorizada, prefiriendo pasar frío a estar en su casa. Algo o alguien les está perturbando, algo o alguien que ya se ha manifestado en varias ocasiones, pero que esa noche ha intensificado su presencia, haciendo la noche insoportable. El padre de familia, Máximo Gutiérrez Palomares, de 46 años por aquel entonces, ha acudido a las autoridades por eso, para que intenten poner orden en su hogar. La familia es escoltada de vuelta a su hogar. La misión de la Policía es obviamente velar por la seguridad de la asustada familia y tranquilizarles.

A las 3:00 de la madrugada la central recibe otra llamada telefónica. Pero esta vez no es ningún miembro de la familia. Quien llama ahora es el inspector jefe para comunicar lo que acaban de presenciar. Viendo superada su gallardía propia de un agente del orden, asegura que tiene los pelos de punta, que aquello no es normal. Afirma que hay “una serie de fenómenos de todo punto inexplicables”. Una serie de fenómenos que llevaban produciéndose desde hace más o menos un año, y que tal y como le había comunicado Máximo Gutiérrez, el inicio de aquella pesadilla había coincidido con un acontecimiento trágico para aquella familia. Porque un año atrás, en julio de 1991, una de sus hijas, María Estefanía Gutiérrez Lázaro, había fallecido repentinamente a la edad de 18 años. Una muerte no esperada y que vino precedida de mucha angustia y dolor. Una muerte súbita en extrañas circunstancias como indicó el informe forense, un auténtico misterio. De esta situación nace un atestado policial que hará que el caso Vallecas, como ha sido bautizado por los investigadores, salte a la fama. Sin embargo, para comprender realmente toda esta historia, es mejor que comencemos por el principio.

Expediente Vallecas: el comienzo

Marzo de 1990. Un día cualquiera, una joven adolescente de 16 años normal y corriente va a su centro educativo, como cualquier otra persona de su edad. Ella se llamaba María Estefanía Gutiérrez Lázaro. Era la tercera de seis hermanos (Querubina, Marianela, Ricardo, Maximiliano y José Luis), hija de Concepción Lázaro de la Iglesia y Máximo Gutiérrez Palomares. Estudiaba en el Colegio Público Aragón de Vallecas, situado a escasos minutos de su casa en la calle Luis Marín, en la zona de Palomeras Sureste. Al igual que cualquier otra chica de su edad, tenía sus inquietudes, sus preocupaciones, sus amores, sus ilusiones. Aquel día prometía ser normal y rutinario, con los típicos encuentros con los compañeros y amigos de clase, las típicas conversaciones y las típicas carcajadas. Como cualquier otro día, soportaría a los profesores tediosos y disfrutaría de los enrollados, atendería en clase y se aburriría. Tomaría apuntes y resoplaría a la espera de que el timbre sonara para volver a su cálido hogar. Sin embargo, una petición de una de sus amigas iba a cambiar no solo la rutina de aquel día, sino también la de toda su vida.

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De izquierda a derecha y de arriba abajo, Máximo Gutiérrez Palomares, Concepción Lázaro de la Iglesia y Estefanía Gutiérrez Lázaro. Asociación Almas de Sevilla & Hugo Zapata

Aprovechando un hueco en su horario por la ausencia de una profesora, Estefanía se reúne con dos amigas en los baños para jugar a un juego aparentemente inocente, casi infantil, pero que para muchos despierta profundos temores. Un “juego” que para muchas personas no lo es. Sin embargo, Estefanía ya había practicado la ouija anteriormente en más ocasiones, tanto sola como acompañada. Así que por una vez más, ¿qué podría ocurrir? Además, era por el bien de una de sus amigas, autora de la idea, quien había perdido recientemente a su novio y quería contactar con él para asegurarse de que se encontraba bien en el otro lado (ya veremos que esta parte es muy discutida).

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El Colegio Público Aragón de Vallecas, donde Estefanía y sus hermanos estudiaron y donde la primera jugó a la fatídica ouija. Archivo personal

Sin más dilación, las tres amigas se sientan en torno al madero grabado con números y con las letras del abecedario, apoyan sus índices sobre un vaso que utilizan como planchette y comienzan con la sesión. Cierran los ojos, se concentran y empiezan a hacer preguntas para ver si alguien o algo se manifiesta. Para su desgracia, un estrépito interrumpe la sesión de ouija. Dolores Molina, una profesora del centro, irrumpe en los baños y las sorprende con el tablero. Sin pensárselo dos veces, la profesora les arrebata la tabla de ouija y la parte, posiblemente a la vez que les echa una furibunda mirada instándolas a que vuelvan a clase. Sin embargo, algo inusual sucede. El vaso se llena de una extraña humareda y estalla en múltiples pedazos. El insólito humo termina introduciéndose por los orificios nasales de Estefanía. Todos los presentes fueron testigo de aquello. Según algunas versiones, parece que una de sus hermanas, Marianela Gutiérrez Lázaro, también fue testigo de lo que sucedió. Tal fue la impresión para la profesora que interrumpió la sesión que, según declararía más tarde Concepción, madre de Estefanía, al día siguiente dejó su puesto y abandonó el colegio. Aquí es cuando comienza la auténtica pesadilla.

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Un humo emergió de los restos del vaso que los muchachos habían utilizado como planchette durante la sesión de ouija y se introdujo en Estefanía. Era el preludio de sus pesadillas. Cuarto Milenio

A raíz de aquella malparada sesión de ouija, Estefanía sufrió un cambio súbito en su comportamiento. La relación con su familia se degradó significativamente, hasta el punto de que intentó agredir en varias ocasiones a sus hermanos y padres físicamente. Parecía que estaba muy susceptible e irascible. Un comportamiento que posiblemente se agudizó con las extrañas experiencias que interrumpían su sueño por las noches. Porque según su familia, después de aquella jornada en el colegio, Estefanía no dormía bien. Padecía alucinaciones y visiones en las que un grupo de tétricas sombras se reunían a los pies de su cama y la susurraban cosas, la instaban a que se fuese con ellas. En ocasiones también profería sonidos guturales y parecía balbucear idiomas desconocidos para ella (en parapsicología, la expresión de idiomas que el sujeto desconocía se conoce como glosolalia o xenoglosia). Veía a esas mismas sombras o muy parecidas en momentos concretos, cuando entraba en una especie de trance. Según su madre, en ocasiones Estefanía se quedaba ausente entre 15-20 minutos. No reaccionaba ante ningún estímulo, sólo reía. Cuando era preguntada qué le pasaba, Estefanía afirmaba que en esos estados se encontraba en un pasillo de gran longitud, cuyo fondo estaba cubierto por una espesa niebla y del que surgían unas voces siniestras que la llamaban.

Con el paso del tiempo sus extraños síntomas empeoraron. Los ataques de ira y las convulsiones eran más violentos y ocurrían más a menudo, así como las visiones. Incluso, su hermana Marianela, que compartía habitación con Estefanía, afirma haber visto una noche como levitaba mientras estaba tumbada en la cama. El resto de la familia también fue testigo en ocasiones de extraños fenómenos. Una vez, Estefanía fue a planchar su ropa al cuarto de baño. Según ha declarado su madre, la joven llamó gritando porque había visto que una silueta se había metido en la estancia y se había encendido la plancha sola. Concepción fue a comprobarlo y efectivamente la plancha estaba encendida, pero no caliente. De repente, la puerta del baño se cerró sola. El padre de familia acudió a ayudar a su mujer y a su hija a abrir la puerta, pero fue imposible, algo la mantenía absolutamente cerrada. Cuando Máximo se disponía a lanzar una patada para abrirla, todos fueron testigos de cómo la puerta se abrió sola suavemente.

Obviamente, los padres, preocupados por su hija, la llevaron a varios especialistas y hasta a cuatro centros médicos diferentes para intentar encontrar una solución. No obstante, nadie supo darles un diagnóstico claro ni un tratamiento eficaz. Se especuló con que podía tratarse de epilepsia e incluso se la recetó medicación para tratarla. Tampoco surtió ningún efecto. Además, sus síntomas no se parecían demasiado a los de una persona epiléptica. De hecho, su madre Concepción sí que lo era verdaderamente y desde hace mucho tiempo y no tenía visiones ni escuchaba voces, es decir, no padecía los trastornos de su hija.

Los comentarios que hacía Estefanía cada vez eran más extraños y siniestros. En una ocasión formuló una petición muy extravagante: pidió a su madre que la familia de su padre no fuese informada de su inminente deceso y que instalara en su féretro una fotografía en la que apareciese ella con su padre.

Nos acercamos a la fecha de la tragedia. Una noche de julio de 1991 Estefanía sufrió uno de los ataques más intensos. Fuera de sí, intento atacar a su hermana Marianela como si fuese un animal rabioso. Esta consiguió esquivarla y Estefanía cayó al suelo, en medio de violentas convulsiones, con los ojos en blanco y soltando espumarajos por la boca. Terminó perdiendo el conocimiento. Cuando despertó aseguró a sus padres no recordar nada. Parece que el resto del día fue normal, aunque según comenta su hermano Maximiliano en una entrevista para el programa radiofónico Dimensión Límite (2012), la mañana anterior a su muerte Estefanía hizo un siniestro presagio, pues dijo a sus padres que ella estaba destinada a fallecer antes que ellos. Aun así, aquella tarde quedó con su novio Pablo para dar una vuelta por el barrio. Volvió pronto a casa, cenó y se acostó temprano. Fue la calma que precedería a la tragedia.

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A veces los juegos no son tan inocentes como se venden. En el caso de los Gutiérrez Lázaro, este “juego” fue el presunto desencadenante de sus pesadillas. El Huffington Post

La noche del 13 de julio Estefanía sufrió un ataque peor si cabe que el de la noche anterior. En esta ocasión se quedó inconsciente en su cama. Según recuerda Concepción, Estefanía estuvo una insufrible media hora sujetándose la cabeza con las manos y expulsando espuma por la boca. Fue ingresada de urgencias en el hospital Gregorio Marañón, ya en estado de coma, a las 23:00 h. Tres horas después, a las 2:00 a.m. del 14 de julio, se consumó la tragedia y Estefanía fallecía por una asfixia pulmonar causada por una convulsión, un diagnóstico muy extraño para una persona de su edad, constitución y salud. Los médicos forenses lo tuvieron claro: en el documento firmado por Pedro Cabeza y Gregorio Arroyo Arrieta se podía leer que Estefanía había muerto de manera “súbita y sospechosa”. La pobre familia Gutiérrez Lázaro quedó vacía, les habían arrebatado una parte vital de sus vidas. Sin embargo, el drama no terminaba aquí, porque los fenómenos inexplicables que ocurrían en vida de Estefanía comenzaron a intensificarse. De hecho, y según declara su hermano Maximiliano para Dimensión Límite, antes de su muerte Estefanía aseguró a su familia que les avisaría cuando estuviese en el otro lado dando golpes en una puerta. ¿Adivináis lo que sucedió a las 2 de la madrugada de aquel día?

La casa maldita de Vallecas

Antes de que lo extraño hiciera mella en la vivienda del portal 8 de la calle Luis Marín, la familia tuvo un breve periodo de tranquilidad en el que intentaron sobrellevar la injusta muerte de su hija y hermana en la medida de lo posible, aunque la calma solo fue aparente.

En un principio, los fenómenos extraños eran “poca cosa”, el poltergeist (del alemán, “poltern”, hacer ruido, y “geist”, espíritu) era más bien calmado: continuaban los movimientos de objetos, algunas puertas se abrían y cerraban solas, algún que otro vaso estallaba, la cama de Estefanía aparecía desordenada… Es decir, la típica fenomenología que se ha podido describir en sucesos similares. Lo curioso es que los fenómenos solían manifestarse a las 23:30 h. según ha comentado Concepción Lázaro, coincidiendo con la entrada en coma de Estefanía. La situación comenzó a ponerse seria cuando Concepción sentía algunas noches cómo una mano desagradablemente fría, inánime, la acariciaba y le retiraba las sábanas. Durante varios años Concepción estuvo escuchando una voz que la llamaba. “Mamá”, le espetaba. Parece que procedía del baño. Este testimonio es importante, porque la familia creía que el epicentro de los fenómenos paranormales era precisamente el baño contiguo a la habitación de Estefanía, el mismo lugar desde el que Estefanía recibía aquellas extrañas llamadas y donde los fenómenos se manifestaban más intensamente. A su convicción contribuyeron varios “investigadores” que visitaron su casa, quienes alegaron que el baño era una puerta interdimensional por la que seres desencarnados entraban a este mundo… De hecho, el matrimonio estaba tan convencido de ello que llegaron a inutilizarlo y a cerrarlo con llave. La familia incluso no se atrevía a ir sola al baño; tenían que ir acompañados con otro miembro de la familia cada vez que tenían que usarlo.

Como ya se ha mencionado, los fenómenos anómalos no comenzaron abruptamente. Al principio eran incluso soportables, pero con el tiempo fueron in crescendo. Llegó un momento en que los miembros de la familia veían una sombra por el pasillo de la casa y escuchaban las carcajadas maliciosas de una persona de avanzada edad. Parece que en un primer momento se relacionó a esa entidad con el padre de Concepción, quien murió cinco meses antes que Estefanía después de padecer demencia senil. Una de las historias más conocidas sobre el caso Vallecas es que la relación de la familia y concretamente de Concepción con su padre no era agradable. Según se divulgó desde un principio, unas trifulcas económicas entre hija y padre habían deteriorado la relación y el abuelo de Estefanía había desarrollado cierta antipatía. Se dijo también que pocos días antes de morir juró hacerles la vida imposible desde el más allá. Y parece que estaba cumpliendo su fatal promesa.

Los fenómenos llegaron al colmo de lo intolerable cuando empezaron a violar la integridad física de la familia. Los niños eran empujados por alguien invisible, uno de los caniches que la familia tenía como mascota salió volando por los aires en una ocasión, la madre sentía más a menudo por las noches que alguien se ponía encima de ella y la oprimía y que la tocaban pies y manos. Una vez, mientras Concepción y su hijo Ricardo conversaban en torno a la mesa del salón-comedor, algo lanzó un vaso de cristal en aras de golpear la cabeza del niño. Afortunadamente su madre lo vio por el rabillo del ojo y le dio tiempo de advertir a su hijo. Por suerte, la familia no llegó a sufrir ninguna lesión durante el tiempo en que ocurrió el poltergeist.

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Varios miembros de la familia fueron testigos de sombras espigadas que pululaban por la casa y les hacían la vida imposible. Seniors Brief

Los crucifijos se invertían sin que aparentemente nadie los manipulase, las puertas de la casa se abrían y cerraban cada vez más violentamente, se oían violentos golpes en las paredes o raps (en el argot parapsicológico, los raps hacen referencia a los ruidos y sonidos insólitos), la caniche ladraba y gruñía a algo situado siempre en el mismo extremo del pasillo. Tal fue el miedo que se implantó en el núcleo familiar que todos mudaron sus colchones al salón-comedor para pasar las noches juntos y protegerse unos a otros. Atrancaban la puerta que comunicaba con el pasillo con pesados muebles para aislarse de los fenómenos. Sin embargo, de poco les servía. Aquella fuerza inexplicable era capaz de lanzar hacia la pared opuesta los obstáculos y abrir las puertas de par en par. Algunos investigadores apuntaron a que la histeria colectiva se había apoderado de la familia. Sea como fuere, un miedo atávico gobernaba las vidas de los Gutiérrez Lázaro en aquella época.

Incapaces de controlar la situación y desesperados, decidieron llamar a parapsicólogos, cartomantes y videntes para encontrar como fuese una solución. Como era de esperar, muchos charlatanes y sinvergüenzas de todo pelaje fueron a la casa para conseguir pingües beneficios a expensas de la angustia de la familia. Sin ir más lejos, una vidente sevillana ofreció a Concepción eliminar sus problemas desde Sevilla… previo pago de 200000 pesetas (unos 1800 euros). Es muy posible que las frecuentes visitas de estos personajes moldearan e intoxicaran la versión original del caso Vallecas. Por ejemplo y como veremos más adelante, la familia llegó a creer durante un tiempo que el ente que les quitaba el sueño era un demonio al que alguno de estos fantoches llamó Crápula. Finalmente esta entidad sustituyó a la figura del abuelo de Estefanía. Sin embargo, el personaje que posiblemente más daño causó a la familia fue un tipo conocido como Tristanbraker. Madrileño de pura cepa nacido en Lavapiés, alcanzó su fama echando las cartas en el parque de El Retiro y realizando varias apariciones a principios de los 90 en los programas televisivos de humor Al ataque (Antena 3) y Força Barça (TV3), presentados por el periodista Alfonso Arús. En estas plataformas se dedicaba a hacer lo que mejor sabía: fraudes, como fabricar supuestas armas para capturar fantasmas, porque también se consideraba eso, un cazafantasmas e “investigador” de lo paranormal. Él fue el primer “experto” al que Concepción acudió desesperada.

El único aporte beneficioso relativamente hablando que hizo Tristanbraker fue ayudar a mediatizar el caso Vallecas que, a diferencia de otros casos extraños ocurridos en suelo español que han caído en el olvido, ha pasado a formar parte de la cultura popular (porque no solo hay una película sobre el caso, sino que varios youtubers también lo han divulgado). Esto fue importante porque parapsicólogos e investigadores serios, léase Fernando Jiménez del Oso o el padre José María Pilón, que realmente se preocuparon por intentar dar alguna solución al malestar de la familia de manera desinteresada, se interesaron por el caso de los Gutiérrez Lázaro. Se nota que estos personajes dejaron una impronta positiva en la familia, pues siempre han hablado bien de ellos y de cómo intentaron que la familia se despreocupase por el fenómeno y aprendiese a convivir con él.

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Tristanbraker fue uno de tantos sinvergüenzas que se aprovecharon de la angustia de los Gutiérrez Lázaro para obtener beneficios económicos. @BrakerTristan

El supuesto parapsicólogo Tristanbraker acudió con su equipo de fantoches Grupo Unidad Cero a la casa de la familia Gutiérrez Lázaro a hacer sus pesquisas. Una “investigación” (aunque sería más correcto decir broma de mal gusto) que fue emitida en parte por el Telediario de Antena 3 y que se llevó a cabo el 14 de octubre de 1992. Esta fecha es importante tenerla en cuenta, puesto que es anterior al momento que sirvió como punto de inflexión al caso Vallecas para volverse inmortal. El reportaje, a cargo del cual se encontraba la periodista Chus Morán, muestra varios planos de la casa mientras se relatan los sucesos extraños acontecidos. La voz en off destaca que el espíritu del abuelo de Estefanía es quien está causando esa pesadilla como venganza por las peleas económicas con su hija Concepción (Tristanbraker fue seguramente el artífice de la idea de que la energía maligna pertenecía al padre de Concepción, llegando incluso a convencer a esta última de ello como puede extrapolarse de algunas entrevistas). Lo que más destaca del reportaje es el estado del baño, que Concepción abre con una llave para mostrarlo a las cámaras. Se puede ver como hay varios objetos acumulados en la bañera, presumiblemente enseres y muebles de la desaparecida Estefanía, soportados por unos somieres de alambre. El resto del reportaje es sencillamente absurdo. Se muestran supuestas pruebas de la presencia de un fantasma en la casa, entre ellas una fotografía con una especie de brillo y una psicofonía grabada por Tristanbraker en la que, echándole buenas dosis de imaginación, se puede percibir que dice “Cuidado con el abuelo”. El cazafantasmas afirma que hay dos “energías” de carácter opuesto en la casa: una energía benigna y bondadosa que pertenecería a Estefanía y otra energía “negativa, bastante insultante, amenazadora” que pertenecería al abuelo. Si el lector quiere divertirse y ser testigo de un nivel extremo de ridículo, puede quedarse hasta el final del reportaje, cuando una de las videntes que acompaña a Tristanbraker, una tal Lola, es poseída por la energía negativa. En un estado de supuesto trance, sonríe maliciosamente al cazafantasmas mientras que este le grita histéricamente que vuelva de su letargo.

No hay mucho más que decir de este personaje. Su historia se deshizo por completo en una emisión de Esta noche cruzamos el Mississippi, programa emitido en Telecinco y presentado por Pepe Navarro, en el que Tristanbraker se enfrentó cara a cara con parte de la familia Gutiérrez Lázaro (Máximo, Concepción, Querubina y Marianela). Llega un momento en que el ambiente se caldea y parece que la discusión va a ir a más. No obstante, lo interesante es que la familia saca a la luz que Tristanbraker intentó engañarles para alquilar un coche para transportar su equipo y que muchos de los supuestos fenómenos extraños que él demostró fueron simulados. Parece que Concepción llegó incluso inocentemente a pagar varios viajes en taxi de este tipo. Además, mientras que el cazafantasmas aseguraba que había limpiado la casa, la familia le rebatía y defendía que lo extraño aun pululaba por su hogar. Aun así, Concepción ha asegurado en varias entrevistas que uno de estos equipos de “investigadores” sufrió en propias carnes los fenómenos anómalos. Ella vio como uno de los componentes era lanzado por los aires y estampado contra una pared de la casa, mientras a otro se le deformó el rostro y se le hincharon las venas, presuntamente porque esa energía se introdujo en su interior.

Continuando con la casuística del caso Vallecas, el mes de noviembre de 1992 fue especialmente intenso. Una noche Marianela y Querubina vieron una criatura sin rostro, una especie de sombra espigada y oscura que se arrastraba por el suelo de su habitación y lanzaba por los aires los juguetes que encontraba a su paso. Intentaron encender una lamparita para espantar a la criatura, pero esta se zarandeaba y hacía imposible su manipulación. Cuando encendieron la luz para ver mejor a aquello que las perturbaba, la sombra se esfumó. Los padres llegaron a ver el desorden pero no a la criatura, aunque el día 19 de noviembre si pudieron verla arrastrándose por el pasillo. Parece que, después de aquel suceso, la familia se reunió asustada en la puerta de entrada de la casa cuando observaron cómo una pelota se dirigió hacia ellos botando. Máximo, sorprendido por aquello y en un intento de contagiar seguridad en el resto de su familia, agarró la pelota y la lanzó al otro lado del pasillo, pero sorprendentemente y antes de llegar a chocar contra cualquier obstáculo, la pelota volvió botando hacia ellos. Siempre según los testimonios de la familia, esta sombra dejaba evidencia física de su presencia, pues aquellos sitios en los que se tumbaba se quedaban fríos como el hielo. Esta sombra fue vista prácticamente por todos los miembros de la familia. Los hijos también veían sombras ataviadas con capuchas, con aspecto de monjes, y Máximo Gutiérrez observó una noche una sombra situada a su lado de la cama.

A pesar de la insistencia de los fenómenos, Concepción quiso comprobar de una manera más empírica la realidad de aquellas anomalías. De esta forma, en una ocasión esparció harina por el pasillo de la casa. Al día siguiente aparecieron unas huellas de zapato de hombre. En otra ocasión en la que la familia iba a dejar la casa vacía por un tiempo, ató todas las puertas con cordeles. Cuando volvieron, pudieron ver que todos los hilos estaban rotos. Asimismo instalaron una alarma antirrobos que también se activó sola un día en que la casa estaba vacía. Las psicofonías también fueron protagonistas del caso Vallecas. Varios personajes que acudieron a la llamada de auxilio de la familia pusieron sus grabadoras por la casa y captaron principalmente dos voces: una masculina y otra femenina. Normalmente los mensajes consistían en insultos y palabras malsonantes que instaban a los presentes a que abandonaran la casa. No obstante y teniendo en cuenta a algunos de los personajes que pisaron la casa, hay motivos para sospechar de fraude.

Sin embargo, el día más importante fue el 19 de noviembre de 1992. Los fenómenos alcanzaron un máximo en aquella jornada. La familia no aguantaba más. Si los supuestos expertos en fenómenos paranormales no podían solucionar nada, era el momento de pedir ayuda a otros.

La Policía entra en acción

Llegamos pues al momento que hemos relatado brevemente en la introducción de esta entrada. Aquella noche, Máximo Gutiérrez llama al 091 a las 2 a.m. ante lo exagerado de la situación. Apresuradamente cuenta con angustia al receptor de la llamada que desde que murió una de sus hijas alguien o algo está trastornando la rutina de la familia y que aquel 19 de noviembre la fenomenología estaba siendo especialmente molesta. Describió cómo los crucifijos de su casa se invertían solos y que habían aparecido sin explicación alguna tres marcas de garras en un póster.

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Portal número 8 de la calle Luis Marín de Vallecas, el lugar donde se encontraba el hogar de los Gutiérrez Lázaro. Podemos imaginar a Máximo Gutiérrez aterido de frío una fría noche de noviembre de 1992 esperando en el portal a la Policía. Archivo personal

La respuesta al otro lado de la línea no se hace esperar. Tiene un marcado tono escéptico, y es de lo más normal, pues no es algo por lo que se llame a la Policía Nacional habitualmente. El agente que lo atiende pide que se ponga al teléfono su mujer Concepción para descartar que Máximo estuviese bajo los efectos de alguna sustancia. Sin embargo, Concepción cuenta lo mismo con la misma angustia o más que su marido. Como la situación seguía pareciendo increíble, el agente pide que pasen el teléfono a dos de los hijos. Todos cuentan lo mismo en un estado de evidente miedo. Como la situación parecía real y la familia parecía estar en peligro, se envía la ya mencionada partida de agentes al domicilio de la Calle Luis Marín de Vallecas. En el portal número 8 se encuentran con la familia, quienes parecen estar más protegidos en la fría noche de noviembre que en su propia casa.

Una vez en el inmueble, los policías realizan una inspección visual de la casa y entrevistan a la familia. Unos minutos más tarde, Negri llama un tanto alterado al jefe de central del 091 de Vallecas para contarle que lo que la familia había declarado en la anterior llamada era cierto. Algo muy extraño estaba pasando. A raíz de dicha llamada se genera un informe (aunque realmente es un parte de incidencias) que se convertirá en el pilar fundamental del caso (el parte completo está disponible en este enlace). El atestado recoge el testimonio oral del inspector Negri durante la llamada que realizó a comisaría. En él se resumen los prolegómenos de la casuística que sufre la familia (el fallecimiento de Estefanía, la visita de presuntos parapsicólogos, como un tal “Tristan de Bra…”, haciendo alusión a Tristanbraker, los fenómenos paranormales, etc.) y se recoge también la presencia del demonio Crápula, con el que supuestamente Estefanía mantenía conversaciones (ya hemos visto que esta idea pudo haber venido de algún pseudo-investigador que visitó la casa).

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El detective José Pedro Negri, uno de los protagonistas esenciales del caso Vallecas por ser testigo de los fenómenos extraños que acontecieron. Google Plus

Durante la entrevista a la familia, Negri se sobresalta porque la puerta de un armarito del salón se abre y se cierra sola estrepitosamente en varias ocasiones. Es de destacar que los sucesos paranormales ocurrían a oscuras, ya que según la familia los fenómenos se manifestaban cuando no había luz, aunque gracias a la luz de las farolas que entraba por la ventana se podía tener una visión adecuada. En ese momento, cuatro de los policías deciden abandonar la casa y bajar al portal, quedando sólo el inspector con otro agente. Parece que la situación también pudo con ellos. Se enciende la luz y Negri procede a realizar una inspección visual del mueble para descartar el fraude. Lo analiza a fondo y concluye que no existe ningún mecanismo que hubiese provocado el movimiento de las puertas y que las puertas se mantienen rígidamente cerradas. Tal y como contó en varias ocasiones Concepción, uno de los policías habría sacado su arma reglamentaria por el susto y apuntó al armarito (discutiremos más a fondo este punto en la segunda parte de este artículo). Poco después, mientras comentan lo sucedido e inspeccionan las habitaciones, los presentes escuchan un estruendo en una pequeña terraza de la casa, semejante a una pedrada o una cacerolada. Los policías salen a la terraza para comprobar la causa del ruido pero de nuevo no encuentran la causa. Mientras que los agentes investigan el ruido de la terraza, se genera en el mantel de la mesita del salón que sostiene el teléfono una mancha parecida a una “baba marrón”. El inspector todavía continúa arrepintiéndose de no haber recogido una muestra de aquella sustancia para su análisis, lo que sin duda podría haber aportado datos esenciales para solucionar el caso.

Durante la inspección visual, los agentes también se topan con lo extraño por lo que se puede extrapolar del parte. En una de las habitaciones pueden ver un crucifijo invertido y el Cristo al que estaba pegado tirado en el suelo. Parece que la primera vez que los agentes entraron en ese cuarto, el crucifijo se hallaba en su posición natural. En ese mismo cuarto hallan el póster con las marcas de arañazos. Una de las cosas que más impactó al inspector fue la sensación que tuvo al entrar en el cuarto de baño, que en aquel momento estaba inutilizado (recordemos que era el lugar donde supuestamente se encontraba el epicentro de los fenómenos). Quién sabe si fue por la autosugestión o porque realmente había algo, pero José Pedro Negri nunca olvidará el “frío interior y el malestar” que sintió en aquel cuarto de baño. Finalmente, la conclusión del parte comunicado por el inspector es clara:

“Hay una serie de fenómenos de todo punto inexplicables”.

El inspector Negri siempre ha defendido que todo lo que vivió y vio aquel día fue completamente cierto y que, a pesar de su dilatada experiencia y después de haber sido testigo de asesinatos y de haber visto cadáveres en todo tipo de estados, aquello le impactó. Aun así, Negri no se muestra completamente crédulo. Algunos de los episodios, como el del armario del salón, podrían tener perfectamente una explicación racional para él. Asimismo y según su punto de vista, los padres de Estefanía eran personas completamente normales, a las que no se las podía adjudicar ningún tipo de psicopatología. Según Negri, Máximo y Concepción siempre actuaron honestamente y sin intentar ningún tipo de fraude. Eran personas profundamente afectadas por un miedo que llevaba mucho tiempo creciendo en su interior. Un miedo que fue alimentado para obtener beneficios por parte diversos personajes que, no contentos con ello, también intoxicaron el caso, ridiculizándolo y favoreciendo la aparición de versiones absurdas que inducen a la confusión.

Esto es básicamente el caso Vallecas. Hemos intentado mostrar una de las primeras versiones que los investigadores comenzaron a manejar de la forma más fiel posible, si bien es cierto que hemos añadido algunos elementos que surgieron posteriormente. Durante todo este tiempo sin embargo han ido apareciendo nuevos testigos y testimonios que, en algunos casos, han ayudado a clarificar el caso Vallecas y en otros casos a añadir más confusión y contradicciones. En la segunda parte de este artículo analizaremos las variantes y las contradicciones de este caso, además de las últimas informaciones que han surgido de parte de algunos de los familiares de Estefanía. Como comprobaremos, el caso Vallecas es sumamente confuso.

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Así se encontró Concepción Lázaro una fotografía de su hija Estefanía el 1 de noviembre de 1992. Solo apareció quemado el papel fotográfico, el marco, el suelo y los objetos de alrededor se encontraban indemnes. También se ha dicho que aparecieron las marcas de unas garras en el cristal del marco ¿Cómo pudo prenderse la fotografía dentro del marco si, como sería lógico, apenas habría comburente? Mundo Parapsicológico

El caso Vallecas es importante también por el elevado número de testigos externos que vivieron lo que sucedía en la vivienda del número 8 de la calle Luis Marín. Entre ellos podemos incluir a los agentes de la Policía Nacional, a los investigadores y pseudo-investigadores y a amigos y vecinos de la familia. En una ocasión, la esposa de un amigo de Máximo y Concepción notó un pequeño impacto en su pierna. Unas manos invisibles le habían lanzado una pinza. Por otro lado, algunos vecinos aseguraron en su momento que las veces que se visitaron la casa de los Gutiérrez Lázaro vieron sombras.

Los fenómenos continuaron sucediéndose después de la intervención policial. De hecho, otro de los sucesos que hicieron famosos al caso Vallecas ocurrió el Día de Todos los Santos de 1993. Aquel día apareció una fotografía de Estefanía quemada de una forma muy particular. Concepción se encontró el marco boca abajo tirado en el suelo; cuál fue su sorpresa cuando lo volteó y vio que solo el papel fotográfico en el que estaba presente el retrato de su hija estaba chamuscado. Ni el marco ni el cristal protector habían sufrido daños, así como tampoco los objetos circundantes ni el suelo.

Afortunadamente, los fenómenos fueron decayendo. Concepción y Máximo declararon en una entrevista de 1996 para el programa Misterios en la intimidad, dirigido por el siempre recordado Fernando Jiménez del Oso, que las manifestaciones se habían suavizado significativamente en aquella época. Incluso habían vuelto a dejar operativo el cuarto de baño. Parece que la familia había aprendido a convivir y a adaptarse a lo extraño. Le hacían frente todos juntos. El fortalecimiento de los lazos familiares estaba ayudando a superar aquella pesadilla. No todas las consecuencias de aquellos acontecimientos fueron negativas por tanto. La familia terminó mudándose de vivienda y convirtieron aquellas experiencias en un tema tabú que se guardaron para sí. Parece que aquel acto llenó de calma sus atribuladas vidas, ya que no volvieron a experimentar nada extraño. Si no se mudaron antes es porque o bien ellos creían que aquel poltergeist les perseguiría o bien les indujeron a creer en ello. Lo mismo se puede decir de los nuevos inquilinos de la calle Luis Marín número 8, quienes jamás han vivido ningún poltergeist en esa casa.

Como suele suceder, los Gutiérrez Lázaro se mostraban indiferentes ante estos asuntos antes de que el presunto poltergeist irrumpiera en sus vidas, no creían en ello. Hasta que el misterio llamó a su puerta… y se instaló en su casa.

Para tener una visión completa de este caso, que ciertamente es un poco laberíntico, os redirigimos a la segunda parte de este artículo:

La ouija que desató la pesadilla. El expediente Vallecas (parte 2)

REFERENCIAS

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