La sierpe ha menudo ha sido relacionada con el mal, bien por cuestiones culturales o, directamente, por nuestro instinto de supervivencia. Las tememos y respetamos, a ellas y a la ponzoña que utilizan para cazar y defenderse. Sin embargo y como suele suceder, el miedo se diluye cuando aumenta nuestro conocimiento sobre ellas. De hecho, no todas son igual de venenosas y peligrosas. Depende estrechamente de la ubicación en el maxilar superior, estructura y presencia o no de sus colmillos. Así, podemos distinguir 4 tipos de serpientes:
AGLIFAS
El prefijo de negación ya nos lo dice todo: estas serpientes no tienen colmillos para inyectar veneno ni conductos de inoculación. Es la condición más primitiva y sus representantes más conocidas son las anacondas y las boas.
OPISTOGLIFAS
Estas ya disponen de colmillos del veneno, sólo que están situados en la parte posterior del maxilar, muy atrasados, y de pequeños conductos por donde discurrirá el veneno. Debido a su ubicación, es difícil que lleguen a hincar el diente, así que no suelen ser peligrosas. Ej.: culebra bastarda (Malpolon monspessulanus).
PROTEROGLIFAS
Los colmillos ya están mas avanzados, en el premaxilar, y son peligrosas. Son proteroglifas las cobras y las mambas, por ejemplo, así que poco más hay que decir. Algunas especies de cobras poseen una modificación que les permite dejar caer el veneno en la boca para luego soplar fuertemente y escupirlo.
SOLENOGLIFAS
Aquí tenemos a las víboras y a las serpientes cascabel. Tienen el aparato del veneno más especializado y efectivo. Disponen de dos pares de colmillos a cada lado, dispuestos en la parte anterior de la boca y perforados. Por ellos discurre el canal del veneno, lo cual asegura su inoculación después de abrir una herida con los dientes.
EL DATO
¿Sabías que las serpientes tienen más dientes además del colmillo del veneno? Al respecto, son homodontas (todos los dientes son iguales, al contrario que los nuestros) y polifiodontas (sufren varios recambios dentales).