Una vez vista la Creación según el Bosco, es hora de adentrarnos en el interior del tríptico, un cuadro que fue concebido para analizarlo de la forma en que se lee un libro, de izquierda a derecha. Continuaremos centrándonos en los detalles. Queremos que sea el lector el que vaya sacando su propia visión general del Jardín de las Delicias pues, en cierto modo, para eso fue hecho: para inducir el ejercicio intelectual y emocional del que lo ve. Sin más, empecemos por el ala izquierda, la conocida como tabla del Paraíso
Además de la explosión de color, lo que primero llama la atención es el extenso paisaje, que permite el alojamiento de una gran cantidad de personajes y escenas. El Bosco consiguió tal amplitud situando el horizonte muy arriba, una técnica que también veremos en las siguientes tablas.
Podríamos dividir esta tabla en tres segmentos: el superior, en el que predominan las estructuras de fantasía, casi huecas y con un aspecto híbrido entre vegetal y mineral que nos recuerdan a las que vimos en el reverso; el intermedio, protagonizado por el estanque y la fuente; y el inferior, focalizado en los tres personajes, rodeados por animales, quimeras y diversas plantas. También podríamos dividirla en dos mitades delimitadas por la fuente rosada si quisiéramos seguir la narrativa cronológica: la superior, en la que se contaría la creación de los animales, y la inferior, donde se relata la creación del hombre.
El paisaje que corona el horizonte se parece sospechosamente al que en su momento vimos en la Creación del reverso, formado por estructuras caprichosas y polimórficas, oníricas. Montañas puntiagudas y lanceoladas que casi conservan la grisalla de la tabla exterior. Son tan parecidas que uno podría deducir sin temor a equivocarse que nos encontramos en el mismo lugar: el Paraíso terrenal, el mismo que vimos emergiendo de las aguas primordiales en la esfera del mundo. El lugar donde Dios situará la vida, incluyendo al ser humano.
Además de montañas, parecen vegetales secos. Vetustos troncos fosilizados de los que aún cuelgan algunas estructuras similares a frutos, adornados a su alrededor por bosquejuelos de frondosos árboles. Lo vivo y lo inerte están mezclados en una amalgama alquímica ideal, haciendo homenaje a las exquisitas habilidades del maestro, del “Creador” flamenco. De algunos de esos montes parecen manar fumarolas y llamaradas, como si el mismísimo infierno estuviese en bulliciosa actividad.
En las mirabilia de la izquierda predominan las aves. Las hay de múltiples colores, aunque predominan las de negro, color que alude a la oscuridad, lo siniestro. Algunas de ellas se introducen en la cáscara vacía de un huevo sobredimensionado, lo cual se ha relacionado con el crisol alquímico, el instrumento fundamental del alquimista para alcanzar su Gran Obra. Las aves podrían ser los propios alquimistas que buscan la soledad y el retiro para concentrarse en sus propósitos según algunos autores. Otras sobrevuelan atravesando la polimórfica estructura geológica.
El Mal incipiente
Según vamos bajando nuestra mirada, empiezan a aparecer escenas extrañas que no deberían estar ahí, en cuanto se presupone que en el Paraíso terrenal lo único que debe predominar es la paz, la inocencia y el orden. A la derecha de la escena de las aves vemos un episodio de violencia manifiesto en el león que ha cazado un venado, rodeado a su vez de algunas de esas aves oscuras que parecen esperar su turno para conseguir un pedazo de carne. Un símbolo de corrupción y muerte en medio de lo que debería ser un remanso de pureza. Un poco más a la derecha, otra escena no augura nada bueno. Lo que parece un mustélido se muestra agresivo frente al jabalí y su prole, que invaden su territorio, lo cual puede acabar en un derramamiento de sangre que intensifique la corrupción que ya de por sí no debería tener lugar aquí. En cuanto al puercoespín que aparece inmediatamente debajo, el Bosco manifestó en él una técnica que utilizaría frecuentemente en su producción: los puntos blancos en realce, conspicuos.
Si seguimos bajando, nos encontramos con animales exóticos, impropios del ducado de Brabante: un elefante con un mono en su grupa, una jirafa albina y lo que semeja un canguro con cara de perro. ¿Cómo llegó a conocer el Bosco esas especies tan alejadas geográficamente de su país de origen? Cabe resaltar nuevamente que el maestro fue una persona muy culta, y como tal, con una gran amplitud de miras y una curiosidad desbordante. Además, en su ciudad natal podía acceder a bibliotecas y monasterios, auténticos almacenes de best-sellers. Los especialistas han identificado decenas de potenciales fuentes de inspiración que el Bosco pudo haber utilizado. En este caso, Larry Silver ha propuesto la Guía Ilustrada a Tierra Santa de Bernhard von Breydenbach como fuente de inspiración del Bosco, un libro con mucha difusión durante la Baja Edad Media, aunque esto no ayuda a explicar por qué aparece un canguro, cuando el europeo no entra en contacto con la Terra Australis Incognita hasta el siglo XVII (siempre y cuando se trate de un canguro y no de otro animal transformado por la imaginación bosquiana). Tampoco podemos descartar los bestiarios medievales, en los que las criaturas tanto reales como imaginarias recibían sus propios significados morales.
En el centro de ese zoológico de especies exóticas, aparece un oso subiéndose a un árbol que recuerda a la heráldica de Madrid, aunque no tienen nada que ver. Algunos autores han pensado que podría tratarse de una alusión a la lujuria y a la devoción hacia los placeres mundanos y efímeros y, en consecuencia, al pecado. El oso intenta con ansia alcanzar los frutos del árbol, que al igual que los del reverso del tríptico, podrían representar la sexualidad lasciva e impura.
A la izquierda, una manada de cérvidos, un toro y hasta un unicornio abrevan tranquilamente en una charca, oponiéndose simbólicamente a la escena caótica de la caza que antes hemos descrito. Mientras que ese episodio violento simboliza el Mal, la corrupción y lo fútil, los cuadrúpedos de la charca, y sobre todo la figura del unicornio, podrían representar la pureza y la inocencia. Los opuestos se enfrentan así por sobresalir en la escena, dándonos a entender que lo uno no puede existir sin el otro. Son los opuestos complementarios.
La Fuente de la Vida y el búho
Lo siguiente que llama la atención es la suntuosa fuente. Su base esférica ocupa el centro geométrico de la tabla. Nuevamente, su arquitectura nos recuerda a una planta, aunque parece que ha sido recubierta con una capa perlada. Otra vez nos encontramos con dos episodios contrapuestos. A la izquierda nadan y beben apaciblemente varias especies de aves (ánades, garcetas). Pero a la derecha, un grupo de criaturas oscuras empiezan a colonizar la tierra, como aquellos antiguos peces-anfibios de hace 400 millones de años que abandonaron el medio acuático para dar el siguiente paso en la evolución. Todas ellas de colores negruzcos, símbolo del mal y lo impuro. Sabandijas de caprichosas formas, batracios y reptiles, alguno tricéfalo y de aspecto demoníaco, escalan una roca antropomorfa que podría hacer alusión al propio demonio. Sobre esa roca, una sierpe se retuerce y constriñe el tronco de un árbol con deliciosos frutos que nos recuerda rápidamente al famoso árbol prohibido del Conocimiento o de la Ciencia. El mismo del que Eva y Adán comieron espoleados por su infinita curiosidad y por el diablo metamorfoseado en tramposo ofidio. Por querer adquirir una de las aptitudes destinadas exclusivamente a Dios, la capacidad de distinguir el Bien del Mal, los primeros humanos serían expulsados del Jardín del Edén, no fuese que también probasen los frutos del Árbol de la Vida y se volviesen inmortales e indistinguibles de Dios. Es, por tanto, una imagen profética, un “flashback” de lo que va a pasar.
Volvamos con la hermosa fuente. Podría simbolizar la Fuente de la Vida tal y como se describe en Salmos 36:9:
“Porque en ti está la fuente de la vida; en tu luz vemos la luz”.
Si nos fijamos, esa fuente ocupa el mismo eje de la tabla que Dios (encarnado con el aspecto de Jesucristo) y tiene los mismos colores que su túnica, indicándonos la clara relación que hay entre ambos. Dios y la fuente están relacionados con la vida: el primero acaba de dársela a Eva y la segunda está rodeada de hermosas y exóticas aves. Varios detalles importantes se aprecian en su base rocosa. No sólo la fuente en sí parece una piedra preciosa, también su sustrato negro parece estar cubierto de perlas. La perla fue considerada en el contexto cristiano como un símbolo de la Virgen María, la Madre de Dios, dadora de vida, al igual que la fuente. También sobresalen varios tubos de cristal. Hay autores que han querido ver aquí una alusión a la madre de las ciencias ocultas: la alquimia. Esos tubos de cristal serían probetas y otros instrumentos del maestro alquimista, del que transforma lo impuro en puro, el que transfigura. Asimismo, y siguiendo esta línea argumental, el sustrato mineral negruzco podría representar la primera fase alquímica que desembocará en la Gran Obra, el nigredo. Es el estadio más burdo del proceso alquímico, el más materialista. Pero es a su vez necesario para llegar a la fase final o rubedo, en la que se purifica la piedra filosofal, aquí representada por la fuente rosada.
¿Practicó el Bosco la alquimia? No lo sabemos, pero sí es cierto que era una ciencia muy difundida en su época, pues a mediados del siglo XV, cuando el Renacimiento estaba germinando, diversos autores reivindicaron sus bondades y la necesidad de conciliarla con la doctrina cristiana para que los fieles consiguiesen una transformación espiritual plena. Papas y emperadores terminarían aficionándose a ella, así como grandes teólogos como santo Tomás de Aquino. Sea como fuere, hay autores que interpretan toda la obra del Bosco en clave alquímica, como si el maestro hubiese codificado el proceso alquímico de transformación espiritual bajo capas de crípticos símbolos y figuraciones. Independientemente de la plausibilidad de esta vertiente interpretativa, sí que cabría considerar la pintura como una especie de actividad alquímica. El pintor tiene que mezclar distintas sustancias para conseguir los pigmentos adecuados, aquellos que animarán la obra final, la Gran Obra. Y al igual que la Opus Magnum alquímica, el Jardín de las Delicias tenía una función primordial que analizaremos más adelante: la transformación espiritual y gnóstica de los individuos para alcanzar la comunión plena con la divinidad.
No obstante, en las obras bosquianas nada es lo que parece. En el centro de la base esférica hay un hueco en el que se aloja un búho. El color oscuro de esa sección contrasta con los colores cálidos e inmaculados del resto de la fuente. Nuevamente, la bondad y el pecado pugnan por salir en la pintura. Porque así se podría interpretar la presencia de esta ave que, por otro lado, es uno de los elementos más frecuentes utilizados por el maestro. Es una rapaz nocturna, señora de la noche y de la oscuridad. Evita la luz del día, la iluminación. Por eso, en el contexto bosquiano también podría simbolizar la estulticia y la locura, ambas fuentes de pecado. Su localización no es casual: se encuentra en el centro geométrico de la tabla. Comparte eje con Dios, símbolo de lo sacro y de la luz, como su némesis. Sin embargo, también podría tener connotaciones positivas.
Los cristianos otorgaban a las estrigiformes un significado ambiguo. Son criaturas que, por sus costumbres, poseen visión nocturna. Pueden ver en la oscuridad. En ocasiones, los cristianos acudían a esta capacidad de la rapaz para relacionarla con el conocimiento divino de Jesús, que puede perforar la más densa de las tinieblas de la ignorancia. Eran a su vez símbolos del conocimiento y de la visión profética, como en la antigua Grecia. Los especialistas les han atribuido ambas interpretaciones en las obras del Bosco. Otra interpretación posible es la que le atribuye fray José de Sigüenza, bibliotecario de Felipe II, siguiendo las tradiciones clasicistas de su época. Los búhos y lechuzas serían paladines de la sabiduría, representantes de la diosa pagana Minerva. De esta manera, sus frecuentes apariciones en el Jardín nos estarían invitando a estudiar el cuadro y a conversar con él en profundidad para extraer enseñanzas importantes y transformadoras. Sin embargo, algo inquietante tiene este animal. Es su mirada. ¿Acaso nos está mirando directamente a nosotros, al espectador? Es muy probable. Escruta a todo aquel que mira esta tabla con sus enigmáticos ojos. Con su poderosa visión puede ver el estado de nuestras almas, nuestros pensamientos. De alguna manera, es una imagen especular del espectador al incitarlo a mirarse a sí mismo. Nos está instigando a través de su mirada hipnótica a autoanalizarnos, a reflexionar sobre si estamos actuando correctamente o no. Sobre la senda que queremos tomar. Con su presencia, tal vez nos está advirtiendo de que el mal es ubicuo, que se encuentra en los lugares más insospechados, incluyendo el propio Paraíso tal y como estamos comprobando. Nos vigila y nos tienta a cada paso que damos. No podemos bajar la guardia, porque siempre está ahí, agazapado y acechante.
Los secretos de la tríada
Cuando sobrepasamos la barrera arbórea, llegamos por fin a la escena principal de la tabla. Los tres personajes protagonistas están rodeados por una fauna abundante y diversa. Volvemos a encontrarnos con una mezcolanza de animales reales y otros completamente fantásticos que perfectamente pudieron surgir de la imaginación del autor o de los bestiarios y drôleries de los manuscritos iluminados. Véanse por ejemplo el unicornio pez o el pájaro tricéfalo. Llama la atención el monje tritón que está leyendo un libro en la charca. Tal vez el Bosco pudo haberse inspirado en una entalladura que hoy se guarda en el British Museum y en la que aparece una criatura muy parecida. Otra vez nos tropezamos con la amplia cultura del maestro, o quizás con la del comitente del cuadro. Esta extraña criatura encapuchada ha sido identificada como un diablillo, otro elemento más asociado al mal y la corrupción. Y no es el único.
De la charca, cuyos colores ya de por sí no inspiran confianza, emergen múltiples batracios, criaturas de connotaciones negativas, a menudo relacionados con la lascivia y el pecado como veremos más adelante. Pero es que, además, hay múltiples escenas violentas por los alrededores. A la izquierda, un felino ha cazado un roedor y dos extravagantes aves se disputan un sapo. A la derecha, justo encima de la charca, otro pájaro quimérico con pico con forma de espátula engulle otro batracio. También se ha relacionado la charca con el destino que les espera a Adán y Eva según Pierre de Beauvois. En su bestiario, compara el mundo exterior al Jardín del Edén donde será expulsada la pareja primordial con una charca repleta de adversidades y tormentos.
Todo el cuadro es extremadamente rompedor, revolucionario. Destruye el concepto clásico que todo el mundo tiene del Paraíso. Se supone que entonces sólo predominaban el Bien y la bondad. Sin embargo, el Mal en sus múltiples formas campa a sus anchas en la tierra primordial. Los diablos y las sabandijas copan la tabla. Aquellos ángeles rebeldes expulsados de los cielos y convertidos en criaturas indeseables vigilan a la humanidad prácticamente desde su génesis. La humanidad está condenada a desviarse desde el principio de los tiempos. Una visión un tanto pesimista la del Bosco.
No todo está perdido, sin embargo. Un rayo de esperanza emana de la pureza de los tres personajes centrales. Hay otro árbol que llama poderosamente la atención. Tiene una forma muy peculiar y distintiva. No puede ser otro que el fastuoso drago (Dracaena draco), una especie endémica de las Islas Canarias y Marruecos. Nuevamente, la curiosidad condujo al maestro por los derroteros más inesperados. Es muy posible que el Bosco se inspirara en el grabado de La Huida a Egipto del pintor alemán Martin Schongauer, donde aparece un drago muy similar. También aparece otro muy parecido en la Crónica de Núremberg de Hartmann Schedel y a la que hicimos referencia en el artículo anterior. Claramente la pintura alemana fue una importante fuente de inspiración para el maestro.
Muy bien, pero… ¿qué hace ahí un drago? ¿Es un mero elemento decorativo o esconde algo más? La mentalidad del Bosco es muy compleja y laberíntica. Pecaríamos de ingenuos sino intentásemos extraer un significado más profundo de sus símbolos. Muchos afirman que el drago sería el Árbol de la Vida, el que confiere la inmortalidad, el mismo que Dios plantó junto al Árbol del Conocimiento. Y sobre el que, irónicamente, no impuso ninguna restricción. Adán y Eva podían comer tranquilamente sus frutos, pero optaron por el árbol prohibido. Fue entonces cuando Dios los expulsó del Paraíso. Algunos exégetas creen que lo hizo por el bien de la humanidad. Porque si después de comer del Árbol del Bien y del Mal, Adán y Eva hubieran ingerido los frutos del Árbol de la Vida, estarían condenados eternamente junto con sus descendientes (es decir, todos nosotros) a vivir en pecado. Por tanto, la redención y el perdón de Dios serían imposibles.
Ahora bien, ese fue el significado que le dieron los cristianos. No obstante, el Árbol de la Vida es un concepto ancestral y que comparten diversas culturas, como los sumerios, los persas, los hindúes o incluso las culturas celtas y nórdicas, en las que se manifiesta como el Yggdrasil. Es un arquetipo, por tanto, con una gran cantidad de significados. Es el intermediario interdimensional, el que conecta a través de su tronco y ramas nuestro mundo con el Más Allá y con el reino de los dioses. En tiempos más pretéritos, cuando todavía se adoraban a las Diosas Madres y, en suma, a la Tierra, el árbol de la vida se constituía como un apéndice más de la benévola diosa, la que todavía nos sigue dando alimento y cobijo, aunque “pequemos” constantemente contra ella. Es la encarnación de la fertilidad, la reencarnación y/o la inmortalidad. Seguramente sean estas últimas las interpretaciones más plausibles en este caso, ya que los cristianos medievales occidentales relacionaban el Árbol de la Vida con el propio Cristo por sus cualidades. Asimismo, algunos autores adictos a la vertiente exégeta alquimista del Jardín de las Delicias han interpretado esta planta (al igual que la Fuente de la Vida) como una alegoría de la mítica piedra filosofal, la misma que no sólo transforma los metales impuros en oro (metáfora de la transformación espiritual) sino la que también otorga la inmortalidad por medio del elixir de la vida eterna. Que sea el lector el que elija la versión que más le convenza. Aun así, lo que resulta indudable es que si el drago, con todo el significado que porta consigo, fue colocado tan cerca de los protagonistas de la tabla, es porque guarda relación con ellos. Por cierto, gracias a las modernas técnicas analíticas sabemos que el Bosco no planeó en un principio introducir el drago en el cuadro y que lo añadiría posteriormente.
Hemos dejado para el final a Adán, Eva y Dios por los misterios que albergan. Empezando por el propio Dios, aquí presentado con un aspecto más cercano al de Jesucristo que al del clásico anciano barbado que, por ejemplo, vimos en el reverso del tríptico. Esto ya de por sí no es habitual. Normalmente, a Dios se lo solía representar como acabamos de describir y con los atributos del poder divino sobre la tierra, como la esfera del mundo, una corona, una tiara papal o, incluso, con el ojo panóptico sobre su testa. Aquí no. Aquí Dios aparece como un Cristo humilde, vestido con una túnica rosada de escasos ornamentos. Claramente está relacionado con la Fuente de la Vida, no sólo porque comparten posición axial sino también por el color de su túnica, el rosa, posible símbolo de la creación y, por ende, de la vida. Sin embargo, lo curioso es que el Bosco iba a haber pintado en un principio a Dios con su fisonomía clásica. ¿Cómo lo sabemos? Gracias al ojo experto de los especialistas y a la tecnología actual. Una de las innovaciones que el Bosco aplicó al arte es la simplificación del número de capas pictóricas. El Bosco añadía pocas y delgadas capas de color. Esta técnica tenía una doble ventaja: permitía ahorrar tiempo porque las capas se secaban antes y materiales. Tan delgadas son las capas que, muchas veces, permiten vislumbrar el dibujo subyacente, los primeros bocetos sobre los que el Bosco pintaría la obra definitiva. Las ideas incipientes del maestro. De alguna manera, el dibujo subyacente es la creatividad incipiente del maestro en cada pintura, una puerta a su psicología y a su manera de pensar casi caótica, permanentemente cambiante.
Desgraciadamente, el ojo desnudo no siempre puede acceder a ese código base, sobre todo cuando la superficie pictórica no es homogénea. Por eso, hasta que no pudo aplicarse la reflectografía infrarroja o los rayos X, los expertos no pudieron penetrar la pintura. La espera ha valido la pena, porque la información que arrojan estas técnicas es verdaderamente interesante. Por un lado, porque facilita la atribución de las obras a su autor, siempre y cuando se pueda identificar su estilo personal. Y por otro, porque pueden aportar pistas para interpretar sus símbolos.
El cambio que hizo el Bosco a esta escena es drástico. Por ejemplo, en un principio Dios Padre iba a aparecer con su diseño clásico. En el dibujo subyacente su rostro estaba orientado hacia Adán, pero en la pintura definitiva lo está hacia Eva, aunque escrutando con la mirada al espectador. Parece que está pugnando por la atención del espectador con la rapaz nocturna del hueco de la Fuente de la Vida. Siempre la lucha maniquea de los principios antagónicos e irreconciliables. Otro cambio sustancial fue la posición de Adán. Al principio aparecía con el brazo apoyado en su cintura.
Sin embargo, la alteración más importante afectó a toda la escena porque, aunque parezca lo contrario, el Bosco no está representando la creación de Eva a partir de la costilla de Adán. De hecho, eso es lo que iba a representar en un principio, pero cambió de parecer. No podemos saber cuál pudo ser su motivación. Tal vez fue el propio comitente, Engelbrecht II, quien se lo ordenó… Sea como fuere, al principio su mente gestó la idea de realizar una composición clásica de la creación de los padres primigenios, pero lo cambió por esta escena tan poco habitual.
¿Qué es lo que se está representando entonces? Los especialistas creen que es la presentación de Eva a Adán, aunque más concretamente podría tratarse de la Institución del Matrimonio, una escena para la que pudo haberse inspirado en una miniatura del códice iluminado Speculum humanae salvationis, otro “best-seller” de la Baja Edad Media. Vemos a una Eva levitante, frágil, casi sumisa ante Dios. Con una piel clara, pura e inmaculada, al igual que su compañero. Está como adormilada, recién despierta de su sueño eterno, posiblemente disfrutando de sus primeros latidos impulsados por su contacto con Dios. Este la coge por la muñeca para ofrecer su mano a Adán mientras bendice con su mano derecha el primer acto conyugal de la historia de la humanidad, a la manera de un sacerdote. Eva parece ofrecer su mano a Adán, quien está sentado apaciblemente en el césped, con la mirada extática fija en su Creador en vez de en Eva, como si estuviera teniendo una visión. Sin embargo, los historiadores del arte saben hilar mucho más fino que el profano y saben que el Bosco no dejaba nada al azar.
La cantidad de secretos de la composición es increíble. Hasta la mera postura de los personajes guarda una gran cantidad de información. Veamos. Fijémonos primero en la posición de Adán. Está sentado con las piernas estiradas y sus pies confluyen con el pie derecho de Dios. Pues bien, este detalle, que a priori parece tan insustancial, tendría un significado importante que entroncaría con algunas enseñanzas teológicas tardomedievales con las que el Bosco estaba familiarizado. Los historiadores del arte creen que la postura de las piernas de Adán es una prefiguración de la Pasión de Cristo, concretamente cuando lo clavan a la cruz. Es como una imagen profética. Si nos fijamos, los pies de Adán están cruzados uno encima del otro, tal y como estarán los de Cristo cuando los claven al madero.
Además, en algunas miniaturas tardomedievales se solía añadir a este episodio una extraña mujer saliendo del costado herido de Cristo. Una analogía del nacimiento de Eva. Pero, ¿quién es la mujer desconocida? Realmente se trataría de una alegoría. No es ningún personaje bíblico, sino una representación de la Madre Iglesia. Con la muerte de Jesucristo, nacerá una comunidad en torno a su figura, la semilla de la Iglesia. Por tanto, ambos episodios estarían relacionados. Adán y Eva, Jesucristo y la Iglesia. Están unidos desde el principio de los tiempos. Jesucristo será el avatar de Adán, incluso su némesis, pues su misión es redimir el pecado original que empezó con Adán. La Iglesia es la herramienta a través de la cual el fiel podrá alcanzar el perdón divino por el “pecado” que cometió la madre primigenia. Esto se conoce como teoría de la tipología, según la cual los elementos o (arque)tipos del Antiguo Testamento son las sombras o prefiguraciones de los del Nuevo Testamento. La historia se comportaría así como un uróboros.
Hay más sobre esta prefiguración tipológica. Según Génesis 2: 21, Dios duerme a Adán antes de extraerle a Eva. ¿Por qué aquí está despierto cuando debería estar sedado aún? Sin embargo, se encuentra mirando a Dios fijamente, en trance. ¿Y Dios? ¿Está tomando la mano de Eva para desposarla con su compañero o consigo mismo? Algunos investigadores apuestan por la segunda opción, seguramente porque esa escena les recuerda a otras muchas que aparecen en contextos nupciales de cuadros de la época, como en la obra maestra de Jan van Eyck, titulada El Matrimonio Arnolfini.
Tal vez sea otra prefiguración más que, en este caso, nos remitiría a la sagrada unión entre Jesús como nuevo Adán y la Iglesia como nueva Eva. Se ha dicho incluso que Adán podría estar experimentando una visión sobre lo que su avatar padecerá en el futuro. Todo esto a nosotros nos parece un código oculto finamente escondido por el artista, pero porque hemos perdido la óptica y el pensamiento de nuestros antepasados. Ha habido una metamorfosis cultural tan drástica que difícilmente entendemos el mensaje del Bosco. No obstante, es muy probable que cualquier persona de la Baja Edad Media con un nivel cultural medio y con un acceso mínimo a las referencias artísticas, literarias y folklóricas que emplease el Bosco pudiese interpretar sin mayores problemas todos estos “topos”.
Por otro lado, no debemos aislar esta escena, sino intentar contextualizarla con el resto de la composición. Al coexistir la reciente creación de Eva con todas las escenas relacionadas con la corrupción y el pecado, el Bosco puede estar relacionando todos esos acontecimientos. No en vano, según la tradición cristiana fue Eva quien inició el Pecado Original y la condena de la humanidad, que aquí se podría entender como la transgresión de la Institución del Matrimonio y la rendición a las tentaciones de la carne. Así, con la llegada de Eva, arribó también el pecado a este Paraíso engañoso y contradictorio. Posteriormente, serían sus avatares, Cristo y la Iglesia, quienes restaurarían esa institución.
Para terminar, y como parece que el Jardín de las Delicias está hecho para acudir constantemente a nuestra memoria, recordemos un posible mensaje que estudiamos cuando vimos la Creación del mundo en el reverso del tríptico. Decíamos que los árboles frutales y los frutos sobredimensionados pudieran ser un símbolo del erotismo y el sexo. Que el sexo es un arma de doble filo. Dependiendo de cómo se utilice, actuaremos de acuerdo a la voluntad divina o violaremos la ley sacra. En esta tabla podríamos identificar ese mensaje en la desnudez de los padres primigenios y en la propia creación de Eva, pues su llegada plantó la semilla del deseo carnal en Adán. ¿Acaso sus actos, comer del árbol del Bien y del Mal, no respondieron a un placer efímero y a la caída en la tentación? ¿No es el sexo que busca el placer carnal lo mismo: un placer fugaz propio de la carne e impropio de los espíritus más elevados como, por ejemplo, los de los eremitas, los mismos que se alejan de todo lo material y vulgar? Os dejamos con esta última reflexión para que la tengáis en cuenta cuando analicemos la tabla central del tríptico, consecuencia de la escena que se relata en esta tabla, y donde el erotismo y la sensualidad toman el papel protagonista.
Para consultar las otras partes, haz click en los siguientes enlaces:
Descifrando el Jardín de las Delicias. Parte 1: El preludio del desastre
Descifrando el Jardín de las Delicias. Parte 3: El jardín de la lujuria
Descifrando el Jardín de las Delicias. Parte 4: Los secretos del Infierno musical
REFERENCIAS
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