“¡Cuántos valerosos hombres, cuántas hermosas mujeres, cuántos jóvenes gallardos a quienes no otros que Galeno, Hipócrates o Esculapio hubiesen juzgado sanísimos, desayunaron con sus parientes, compañeros y amigos, y llegada la tarde cenaron con sus antepasados en el otro mundo!” – Decamerón, Bocaccio
1. La enfermedad puede cursar de tres maneras:
Peste bubónica o negra: se manifiesta a través de bubones (inflamación de ganglios linfáticos), hemorragias, gangrena y manchas negras cutáneas.
Peste neumónica: cuando alcanza los pulmones (se puede transmitir por vía aérea de persona a persona y mataba en pocas horas).
Peste septicémica: cuando la infección alcanza el sistema circulatorio. Esta última tiene entre un 95-100% de mortandad.
2. Se pudo haber propagado por Europa a través de su uso como arma biológica. En 1346, la temible Horda Dorada mongola asedió la colonia genovesa de Caffa, a orillas del Mar Negro. Sin embargo, sus conquistas se vieron truncadas porque el ejército tártaro comenzó a sucumbir a una extraña enfermedad. Para expulsar a los cristianos, catapultaron los cuerpos apestados de su ejército hacia el interior de las murallas. Los genoveses que lograron huir a Italia llevarían consigo la peste a los puertos, y de ahí al resto del continente.
3. Los cálculos más optimistas estiman que la peste exterminó al 60% de la población europea entre 1346 y 1353, unos 50 millones de personas, y entre 75 y 200 millones si contamos las víctimas de Oriente Medio, norte de África y Asia occidental.
4. La del siglo XIV no fue la única pandemia. En el siglo VI comenzó la “plaga de Justiniano” (Justiniano era el emperador del Imperio Bizantino en ese momento) o “primera pandemia”. Las cifras de muertos en Europa, África y Asia oscilan entre los 25 y 50 millones. Entre 1566-1567, otro brote aniquiló un tercio de la población de París. En la actualidad fallecen entre 1000 y 3000 personas por peste.
5. Para muchos está claro que el agente etiológico de la “muerte negra” del siglo XIV fue la bacteria Yersinia pestis, identificada en 1894 por Kitasato Shibasaburo y Alexandre Yersin. Sin embargo, estudios recientes hablan de un efecto sinérgico entre esta bacteria y algún virus hemorrágico o algún otro patógeno desconocido que mutó en una variante extremadamente agresiva. Es decir, habrían convergido dos epidemias, lo que ayudaría a explicar la enorme propagación que hubo y muchos de los síntomas.