Albert Einstein, el genio por antonomasia, dijo muchas cosas notables a lo largo de su ajetreada vida. Pero una de sus frases más conocidas y más malinterpretadas es la siguiente y que dejó escrita en una carta dirigida a su colega el matemático Max Born:
“La mecánica cuántica es realmente imponente. Pero una voz interior me dice que aún no es la buena. La teoría dice mucho, pero no nos aproxima realmente al secreto del ‘viejo‘ [de Dios]. Yo, en cualquier caso, estoy convencido de que Él no tira dados”.
¿Qué quiso decir en realidad?
La época que le tocó vivir ha sido hasta el momento la más fructífera para la física. Einstein invirtió innumerables esfuerzos para explicar la naturaleza del macrocosmos y otro tanto hicieron otros científicos para comprender la esencia del microcosmos, de lo infinitamente pequeño, de lo cuántico. Comenzaron a aparecer conceptos muy extraños, como el efecto túnel, el entrelazamiento cuántico, el principio de incertidumbre, todos ellos muy transgresores, hasta el punto de que no casaban con las leyes de la física clásica, ni siquiera con la Teoría de la Relatividad.
Entre otras cosas, todos estos nuevos conocimientos nos estaban mostrando lo complicada que es la materia. De hecho, los físicos estiman que sería imposible conocer con una precisión infinita y absoluta las propiedades de la materia, lo que la hace ser como es, y que sólo nos podríamos aproximar desde la probabilidad y la estadística, que es lo que gobierna en el microcosmos. Dicho de otra forma, las partículas elementales que conforman la realidad se rigen por la aleatoriedad
El físico alemán renegaba de la idea de que no se pudiese llegar a un conocimiento absoluto de las cosas y de que todo estuviese gobernado por la probabilidad. Defendía que a través de alguna ley de la Naturaleza se podría llegar a concretar definidamente el comportamiento del las partículas elementales. Plasmó su crítica de la física cuántica indeterminista en su famosa frase, dando a entender que sí se puede llegar a conocer más allá del azar las bases del universo, de “Dios”, que es como él llamaba al universo. No obstante, todo lo que sabemos hasta ahora sugiere que a “Dios” sí que le gustan los juegos de azar…