Pedro Calderón de la Barca (1600 – 1681) fue uno de los muchos literatos que doró un siglo con sus insignes obras. Autor de dramas, comedias, autos sacramentales y obras teatrales, su nombre estará siempre ligado a obras como El gran teatro del mundo o La vida es sueño. Esa es su faceta más conocida, la de prolífico escritor, pero pocos saben de su carácter pendenciero y problemático.
En 1621, a los 21 años, él y sus hermanos se vieron involucrados nada más y nada menos que en un asesinato, el del joven Nicolás de Velasco, hijo del criado del condestable de Castilla, Diego de Velasco. Trataron de zafarse de la justicia amparándose en la protección del embajador de Austria, pero en vano. Finalmente, lograron evitar la prisión desembolsando una indemnización de 600 ducados a los familiares de Nicolás.
Otro de los sonados “incidentes” en la vida del escritor sucedió en 1929, en este caso por el asalto a un convento de clausura. El actor Pedro de Villegas había apuñalado a uno de los hermanos Calderón en liza callejera. Cuando se enteró, el literato fue a por el autor de la deshonra, que se había refugiado en el Convento de las Trinitarias de Madrid (donde fue enterrado Miguel de Cervantes). Sin pensárselo dos veces, irrumpió en el convento alterando la paz y la clausura. Se ganó las reprimendas de fray Hortensio Félix Paravicino y la enemistad transitoria del poeta Lope de Vega, pues su hija profesaba en dicho lugar. Tiempo después, Calderón se burlaría de fray Hortensio en su obra El príncipe constante:
Una oración se fragua
fúnebre, que es sermón de Berbería:
panegírico es que digo al agua
y emponomio horténsico me quejo,
porque este enojo, desde que se fragua
con ella el vino, me quedó, y ya es viejo.
El fraile no se lo tomó demasiado bien. Sus quejas obligaron a Calderón a suprimir esas líneas y a guardar arresto domiciliario. Es curioso, ya que esos versos no se han encontrado en ninguna de las versiones antiguas de la obra de Calderón. Tenemos constancia de los mismos solamente por la denuncia del fraile…