La ficción de las maravillosas novelas negras de Agatha Mary Clarissa Miller, alias Agatha Christie, no hacen justicia a su biografía. Su vida real sí que fue para escribir una novela. Es sobre todo conocida por sus novelas policíacas, pero también escribió relatos cortos, novela rosa y obras de teatro, como La Ratonera (The Mousetrap), que lleva representándose en Londres desde 1952 de forma continua, con el reconocimiento de ser la obra teatral que más tiempo ha permanecido en cartel. Entre otras cosas, fue también la primera mujer occidental en practicar surf y una de las primeras en poseer carnet de conducir.
Y como no podía ser de otra manera, su apasionante vida estuvo salpicada de vez en cuando por el misterio. Por ejemplo, en 1926 estuvo desaparecida durante 11 días. El 4 de diciembre se encontró su vehículo vacío y abandonado en la cantera del condado de Surrey, con un golpe en la parte delantera. La sociedad quedó conmocionada, pues Christie ya era famosa en esa época. Se movilizó un amplio operativo policial y ciudadano para encontrar a la escritora. Se llegó incluso a contactar con una médium para encontrarla.
Al final apareció en la ciudad balneario de Harrogate, donde se había registrado con un nombre falso, tranquila y sin ningún rasguño, tan sólo presuntamente amnésica. Son muchas las hipótesis que intentan aclarar aquel misterio, propio de una de sus novelas. Que si lo hizo para promocionar su próxima obra, que si fue asesinada por su marido, que si fue un intento de suicidio, que si fue una venganza programada… El caso es que días antes había sufrido dos fuertes varapalos: su madre falleció y su marido, Archibald Christie, le anunció que quería el divorcio porque estaba enamorado de otra mujer. Según algunos autores, la reina de la novela policíaca pretendía con esto intentar recuperar a su marido o bien que lo acusaran de su desaparición para cobrarse su venganza. Empero, la verdadera razón de aquel episodio se la llevó a la tumba.
EL DATO
Agatha Christie fue una gran aficionada a los venenos a raíz de su experiencia como enfermera en la Primera Guerra Mundial, conocimientos que acabó aplicando profusamente en sus novelas. Además, fue aficionada a la arqueología, apoyando a su segundo marido, el prestigioso arqueólogo Max Mallowan, en Irak y Siria.