Los gorilas comparten el 98.6% del material genético con los humanos. Al igual que otras especies animales, se comunican de forma oral, visual, olfativa y táctil. En cuanto a la primera forma, son varios los tipos de vocalizaciones que se han identificado. Sin embargo, la gorila Koko fue y siempre será famosa por ser capaz de comunicarse con los humanos mediante lenguaje de signos.
Koko (gorila occidental de llanura, Gorilla gorilla subespecie gorilla) nació el 4 de julio de 1971 en el Zoo de San Francisco. La Doctora Francine Penny Patterson empezó a cuidar de ella cuando cumplió el primer año de edad y a enseñarla el lenguaje de signos americano (ASL), llegando a aprender más de 1.500 palabras. La Doctora también intentó enseñarla a “leer”, de forma que Koko llegó a reconocer símbolos y parecía identificar palabras. Además, demostró autorreconocimiento frente a un espejo, un comportamiento bastante estudiado en otras especies de primates y no primates.
Patterson consiguió el título de Doctora en Psicología por la Universidad de Stanford en 1972, es autora de varios libros como La historia de Koko o La educación de Koko y de más de 40 publicaciones científicas, así como ganadora de varios premios National Geographic. Junto con el Dr. Ronald Cohn y Barbara F. Hiller creó la Fundación Gorila (Gorilla Foundation) en 1976. En las últimas décadas, esta Fundación se ha centrado en explorar el límite de la comunicación entre especies (además de con Koko, también con los gorilas Michael y Ndume) con el fin de proporcionar una base para la mejora del cuidado de los gorilas en cautividad y ampliar el conocimiento para acelerar la conservación de estas especies en libertad, así como para divulgar la educación y la empatía hacia los animales. Según datos de la UICN del 2016, tanto la especie a la que pertenece Koko como la otra especie de gorila (Gorilla beringei) se encuentran en Peligro Crítico de Extinción, es decir, la categoría anterior a la de “Extinto en la naturaleza”. Un ejemplo de la mejora del cuidado de los gorilas en cautividad fue cuando Koko aprendió a hacer el gesto de “dolor” y a señalar su boca. Gracias a esto, los médicos supieron que la gorila necesitaba una extracción dental. Por lo demás, gozó de buena salud.
¿Comprendía Koko el concepto de muerte?
Una de las visitas que recibió Koko a lo largo de su vida fue la del actor recientemente fallecido Robin Williams en 2001. Rápidamente hicieron buenas migas. Robin consiguió incluso hacer reír a Koko tras más de 6 meses de melancolía debido a la reciente muerte de su compañero Michael, a los 27 años. Cuando el actor murió en 2014, no es de extrañar que Koko reaccionara tristemente, ya que según su cuidadora
“la habilidad de Robin para ‘conversar’ con Koko fue extraordinaria e inolvidable para ella”.
Después de que la Dra. Patterson recibiera la terrible noticia por teléfono, se la comunicó a Koko:
“Hemos perdido a nuestro querido amigo Robin Williams”.
Inmediatamente Koko se quedó quieta, muy pensativa, y se dirigió a su cuidadora diciendo “llora mujer”. Al final del día, la gorila se mostró muy seria y estuvo con la cabeza inclinada. Como acertadamente señaló la Fundación, este encuentro fue un gran ejemplo de cómo los humanos y los gorilas pueden superar los límites interespecíficos y expresar la más alta forma de empatía.
¿Realmente entendía Koko lo que su cuidadora trataba de comunicar? En una entrevista, la Dra. Patterson afirmó que uno de los cuidadores enseñó a Koko un esqueleto y le preguntó si estaba vivo o muerto. La gorila señaló “dead, drapped” (muerto, cubierto). Después, el cuidador preguntó “¿dónde van los animales cuando mueren?”, y ella dijo “to a comfortable hole” (a un agujero/hoyo cómodo) y lanzó un beso de despedida. La doctora añadió que durante muchos paseos veían pájaros muertos y le cuestionaban sobre ello. Incluso, cuando pedían a Koko que hablara de su propia muerte o de la muerte de sus compañeros, la gorila se inquietaba e incomodaba. Por otra parte, se ha visto que los gorilas, al menos en los zoos, entierran a los animales muertos.
Otro de los ejemplos donde se vio que Koko parecía entender el significado de la muerte fue cuando uno de los gatitos a los que acogió, llamado All Ball, falleció a los pocos meses de vida. Entonces ella señaló “malo, triste, llorar”. El extravagante nombre de este gato también tiene su historia, otra de las tantas que demostraron la enorme inteligencia de Koko. De hecho, fue ella quien se lo puso. Koko conoció a este gato en su cuarto cumpleaños. La Dra. Patterson no estaba demasiado de acuerdo con esta relación, pues temía que Koko pudiese lastimarlo. Ocurrió todo lo contrario. Cuando Koko vio a All Ball y al resto de la camada, se agachó hacia la caja donde estaban y cogió al pequeño gris con cuidado, señalando “small”, “soft” y “all ball is name” (pequeño, suave, All Ball es nombre), supuestamente porque el felino parecía una pelota y a Koko le gustaban las palabras que rimaban. Así que se quedó con ese nombre. Pero no solo esto, lo asombroso es que después de 15 años del fallecimiento del gato, cuando Koko vio una fotografía de otro gato parecido a su querido All Ball, expresó en lenguaje de signos y señalando hacia la imagen: “triste, llorar”.
Después de la muerte de All Ball, Koko tuvo otros compañeros gatunos como Lipstick, Smoky, Mo-Mo, Miss Gray y Miss Black. A estos dos últimos los conoció en su 44º cumpleaños. Durante el primer encuentro, Koko hizo la seña de “gato” seguida de “bebé”. A pesar de la diferencia de tamaño, la gorila fue muy suave con las crías de gato, incluso las acariciaba con un dedo para evitar lastimarlas.
La conciencia de la muerte en animales no humanos es un campo de investigación emocionante en el que ya se han hecho avances asombrosos, aunque todavía queda mucho por investigar. Respecto a los primates, la literatura contiene muchas descripciones sobre cómo responden a muertes de familiares, miembros de otros grupos e incluso de otras especies. En muchos casos se han descubierto consecuencias en la alimentación, el rango, la dinámica social y la demografía, efectos que no implicarían una auténtica conciencia sobre la muerte. No obstante, exceptuando el estrés inducido por la muerte y la depresión de los supervivientes, los estudios no aclaran si el significado de la muerte en primates es psicológico o más bien socioecológico, como en los casos mencionados anteriormente.
La comunicación en los primates
Observando ese instinto maternal que Koko manifestó con sus gatitos, cabe preguntarse si Koko tuvo crías. La respuesta es no, aunque según la Fundación, a la gorila le habría gustado tener descendencia, ya que era muy cariñosa y maternal con sus juguetes. Siempre pensaron que podría haber sido una buena madre. Sin embargo, Koko no consiguió quedarse preñada. Después de varios intentos sin éxito con su compañero Ndume, fue examinada por especialistas por si había algún problema biológico subyacente, aunque los resultados mostraron que ella se encontraba en buen estado de salud.
Las sorpresas con Koko no terminan aquí. La gorila llegó a elaborar signos para objetos que sus cuidadores no tenían, como “barrette” (pasador del pelo). No es de extrañar cuando investigaciones durante décadas han mostrado que los simios que viven en zoos crean gestos diferentes a los típicos de su especie. De hecho, en algunos estudios en los que se comparó la adquisición de habilidades comunicativas entre niños y los gorilas Koko y Michael se encontraron varias similitudes en el tipo de contenido del vocabulario, la adquisición de los signos referenciales y en la generación de varios gestos que no son signos, si bien el aprendizaje de los nuevos signos fue ligeramente más rápido en los niños que en los gorilas.
Al principio del artículo se ha hecho referencia a la comunicación oral en primates no humanos. En general, las señales vocales son elementos clave para entender el comportamiento, la sociabilidad y la evolución de las especies. En esta línea, cabe destacar que hasta hace no mucho se defendía que los primates no humanos no podían hablar como nosotros por las limitaciones en la anatomía y configuración del tracto vocal. Sin embargo, estudios recientes han demostrado que no es el tracto vocal sino la falta de las conexiones neuronales adecuadas las que hacen que los primates no humanos no puedan hablar. Aun así, Koko y otros simios han demostrado ser capaces de ejercer un control voluntario sobre sus vocalizaciones y la producción de sonidos, e incluso aprender a producir nuevas conductas vocales y respiratorias. En un futuro artículo ahondaremos más en este tema.
El pasado 20 de junio, la Fundación emitió el triste comunicado de la muerte de la gorila tras 46 años de vida. Es cierto que Koko nunca habría podido comunicarse con los humanos de forma oral, pero claro está que no le hizo falta para demostrar su incomparable inteligencia. La famosa primatóloga Jane Goodall le dedicó unas bonitas palabras como homenaje:
«Recuerdo muy bien cuando visité a Koko por primera vez, gracias a la invitación de Francine (Penny) Patterson (la mujer que enseñó a Koko una forma modificada de la lengua de signos americana). No recuerdo exactamente en qué fecha ocurrió, pero ella ya conocía un buen número de palabras. Koko no era la primera primate usuaria de la lengua de signos que conocí, puesto que ya había entablado relación con Washoe, la primera chimpancé a la que enseñaron la lengua de signos los Gardner, y su siguiente entrenamiento fue asumido por Roger Fouts (el cual también impartió enseñanzas a otros chimpancés que se comunicaban con signos, muchos de los cuales también llegué a conocer).
En mis estudios sobre chimpancés salvajes en Gombe, aprendí fascinantes aspectos sobre su naturaleza y vidas. Aunque nosotros, los humanos, los gorilas y los chimpancés, somos todos grandes simios, los gorilas son muy diferentes a los chimpancés. Mientras yo observaba sentada durante nuestro primer encuentro, Penny mantuvo una conversación en lengua de signos con Koko y me quedé impresionada por la personalidad calmada de la gorila. Ella aprendió muchos signos a lo largo de su vida (unos mil, se calcula, pero también era capaz de entender alrededor de dos mil palabras habladas). Empleaba los signos de formas muy significativas y, en ocasiones, novedosas. E incluso contestó a una pregunta que le planteé, sobre la cual llevaba tiempo discutiendo con algunos de mis estudiantes durante nuestra labor con los chimpancés salvajes de Gombe. Siempre he insistido en que, durante nuestro tiempo de observación de un grupo de chimpancés en el terreno, descansando o aseándose, los estudiantes deberían permanecer sentados. «No puede ser agradable para los chimpas veros imponiéndoos sobre ellos», les decía. Algunos de los estudiantes argumentaban que claramente los chimpas estaban tan relajados que no les podría importar menos. Así que le pedí a Penny que le preguntase a Koko si prefiere que la gente se siente o se mantenga de pie cuando está con ella. Y Koko fue muy rotunda con su respuesta, según Penny. ¡Prefería que la gente se tumbase!Otra de las historias que me encantan sobre Koko es la que prueba, de una vez por todas, que los simios tienen sentido del humor. Lo he venido observando con los chimpas, pero nunca de un modo tan claro como con el comportamiento de Koko. Ella había aprendido recientemente los signos para denominar todos los colores, no solo los primarios, sino violeta, oro, beige y demás. Una joven estaba poniendo a prueba sus capacidades de modo distendido, para mantener a Koko ocupada mientras esperaban a que llegase la cena. Escogía varios elementos y Koko indicaba correctamente con signos de qué color eran. Hasta que le pregunta el color de una prenda blanca. «Rojo», indica con signos. E insiste varias veces en que es rojo, hasta que le dicen que si no dice el color correcto no le darán zumo de manzana para cenar. Ante esa terrible amenaza, Koko extiende la mano, sostiene la prenda, le quita una diminuta pelusa roja y gesticula vigorosamente «rojo, rojo, rojo» mientras profiere escandalosos gritos de risa de gorila. Koko se convirtió en una eminencia conocida y amada internacionalmente cuando pidió un gatito como regalo de Navidad. Rechazó el juguete de gatito que recibió y después escogió uno de verdad, uno gris y blanco de una camada que le mostraron. Llamó al gatito All Ball y apenas se separó de él hasta que fue trágicamente atropellado por un coche. Después de esto, Koko mostró signos de duelo durante meses. Posteriormente cuidó de otros gatitos, siempre tratándolos de un modo muy gentil. Ejemplificó los vínculos que pueden desarrollarse entre los animales de diferentes especies, un tema en el que estoy particularmente interesada. Una vez, en Gombe, se desarrolló una amistad real entre un joven chimpancé algo solitario, Gilka, y una babuina, Goblina, que abandonaba su grupo para jugar con su amigo cuando se encontraban en algún lugar cercano.
Otro de los matices que llegué a conocer sobre Koko es que adoraba pintar por diversión, aunque Michael, un gorila con el que fue criada, se tomaba la pintura muy en serio (lamentablemente Michael murió de un fallo cardíaco en el año 2000). Koko murió pacíficamente mientras dormía a la edad de 46 años, por lo que vivió un poco más de lo que suelen vivir los gorilas en estado salvaje. (El gorila de mayor edad en cautividad fue Colo, del Zoo de Columbia, que alcanzó los 60 años).
Koko, nos has enseñado mucho sobre la inteligencia de los gorilas y has sido muy querida. Te echaremos de menos.»
Como afirmó la Fundación Gorila:
«La capacidad de Koko por el lenguaje y su empatía abrió la mente y el corazón de millones de personas».
Gracias por enseñarnos tanto, Koko.
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REFERENCIAS
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