Muchas expresiones de uso cotidiano tienen detrás una historia fascinante y, a menudo, inimaginable. Por ejemplo, estudiemos el origen de la locución “pasar la noche en blanco”, o de su derivado “pasar la noche en vela”. Ambas vienen a significar la dificultad de conciliar el sueño por cualquier motivo.
Pues bien, ¿quién podría imaginarse que estos dichos proceden de un ritual caballeresco medieval que ralla con el esoterismo y el ocultismo iniciático? En la Edad Media, cuando el fenómeno de la caballería vivió su gran esplendor, era común en algunas órdenes de caballeros, militares o de monjes guerreros obligar a los iniciados que querían llegar a ser caballeros a superar una serie de ritos y fases para demostrar su valía y sus aptitudes.
Por ejemplo, una de las últimas fases de estos rituales consistía en que el novicio pasase una noche entera despierto velando por las armas de sus hermanos y las que él mismo recibiría cuando fuese aceptado en la orden. Normalmente, el aspirante iba ataviado con una túnica blanca, símbolo de pureza espiritual, y con una vela como única fuente de luz. De ahí vendría la expresión.
EL DATO
En el castillo de Zorita de los Canes (Guadalajara), antaño alcazaba árabe y posteriormente custodiado por la Orden de Calatrava, existe una misteriosa cámara subterránea de la que poco se sabe. Es conocida como “la sala de la omega”, ya que en el centro del suelo aparece horadado dicho símbolo griego. Se cree que este habitáculo (que, en realidad, está compuesto por dos habitaciones) habría sido utilizado por los calatravos para llevar a cabo el rito de la “noche en vela”. ¿Y la omega? Recordemos que en el ámbito cristiano, la omega simboliza el fin. ¿Acaso la pusieron ahí para recordar a los novicios que tenían que sufrir la muerte iniciática y alcanzar el final de su antigua vida para renacer y empezar una nueva vida como caballeros?