Algunas supersticiones hacen daño… y mucho. Una de ellas fue la que originó la historieta de terror infantil que se empleaba en España para encauzar el comportamiento de los más pequeños y que, lo más seguro, ha provocado diversas pesadillas a más de uno. Bajo la sucinta amenaza “¡a que llamo al hombre del saco!”, los retoños no tenían otra alternativa que volver a sus casas e irse a dormir a la hora estipulada por sus padres, no fuera que un siniestro personaje les pillara desprevenidos y los introdujera en un roñoso fardo para hacerles desaparecer para siempre…
En la Alpujarra almeriense hallamos un pueblecito que allá por el 28 de junio de 1910 contaría con no más de 800 almas: Gádor. La tranquilidad de sus habitantes se vería perturbada por un suceso terrorífico e inolvidable. Aquella calurosa noche, el cuerpo del joven de 7 años Bernardo González Parra fue escondido en una concavidad del barranco de El Pilar, a 5 Km de Gádor, oculto deliberadamente bajo piedras y retamas. Maltrecho como estaba, el cadáver parecía cualquier cosa menos el cuerpo de un niño: la cabeza deshecha por las pedradas que había recibido, una puñalada en la axila realizada mientras la criatura seguía con vida y por la que se le extrajo abundante sangre y una espeluznante incisión en el vientre por la que se le sacó la grasa.
El inenarrable sacrificio respondía a una burda creencia de un barbero que se creía curandero, Francisco Leona. A él fue a quien la familia de Francisco Ortega el Moruno acudió para encontrar un remedio a la tuberculosis de este, un remedio que pasaba por aplicar cataplasmas de mantecas de niño calientes en el pecho del enfermo y en la ingesta de sangre infantil fresca.
Junto a estos dos individuos, seis mentes enfermas más estuvieron involucradas en el infanticidio: Julio Hernández Rodríguez, quien ayudó a Leona a secuestrar al niño metiéndolo en un saco, su hermano José, los padres de ambos, Pedro y Agustina la Bruja, esta última también curandera y quien puso en contacto a Leona con el enfermo, y las esposas de José y de el Moruno. Así nacieron los mitos de terror, a menudo entremezclados, del hombre del saco y el sacamantecas. Y es que, desgraciadamente, la realidad supera en demasiadas ocasiones a la ficción…