Es el alma de la fiesta de los bulos. Ha tenido un éxito inusitado en redes sociales y servicios de mensajería. Gracias a él, ahora todo el mundo sabe que las vacunas de ARN mensajero (ARNm) hacen todo tipo de perrerías con nuestro material genético. Huelga decir que todo lo que provocan es malo, y es que los conspiranoicos son extremadamente pesimistas.
La verdad es que sobre este tema tampoco se ponen de acuerdo. Unos dicen que las vacunas de ARNm, como la de Pfizer o la de Moderna, generan mutaciones genéticas en el organismo, mientras que otros abogan por la versión de la toxicidad, es decir, que estas vacunas contienen todo tipo de sustancias ponzoñosas (trataré esta versión en otro artículo por separado). Si a esto sumamos el carácter experimental de las vacunas de ARNm por ser la primera vez que se prueban en el ser humano, nos encontramos ante la manifestación más abyecta del Mal per se. El propio Anticristo palidecería ante semejante horror.
Posdata: pido perdón de antemano a los conspiranoicos por llamar a esta biotecnología “vacuna”. Odian que se le llame “vacuna” a algo que no tiene un virus atenuado o inactivado como componente principal, hasta el punto de que esa tergiversación semántica les sirve como prueba indiscutible de que la “vacuna” de ARNm es un fraude. Sin embargo, no está mal llamar a esta nueva tecnología vacuna. La OMS asegura literalmente que:
“Se entiende por vacuna cualquier preparación destinada a generar inmunidad contra una enfermedad estimulando la producción de anticuerpos. Puede tratarse, por ejemplo, de una suspensión de microorganismos muertos o atenuados, o de productos o derivados de microorganismos. El método más habitual para administrar las vacunas es la inyección, aunque algunas se administran con un vaporizador nasal u oral.”
Bueno, vayamos al grano. Un requisito imprescindible para que el ARNm de estas vacunas pueda modificar nuestro ADN es que se integren en el mismo. Así dicho parece muy fácil, pero nada más lejos de la realidad. El ARNm obligatoriamente aterriza en el citoplasma de las células una vez se ha inoculado por medio de la inyección intramuscular. La llegada segura a las células del ácido nucleico se ha asegurado gracias a la nanopartícula lipídica en la que está incluido el ácido nucleico, que se fusiona con la membrana celular diana cuando entra en contacto con ella, liberando el ARNm en su interior.
La mayoría de nuestro ADN se encuentra encerrado en el interior de una membrana porosa dentro de la célula: el núcleo (el resto se encuentra alojado en las mitocondrias). Es lo que tiene ser organismos eucariotas. Primer obstáculo: el ARNm tiene que traspasar esa membrana para llegar al núcleo. Problema: el ARNm es una molécula sumamente frágil que se degrada en muy poco tiempo. Gran parte de culpa la tienen los mecanismos celulares de “detoxificación” encargados de la eliminación de metabolitos o residuos citoplasmáticos a fin de evitar su acumulación tóxica en la célula. Pero imaginemos que el ácido nucleico sobrevive un periodo prolongado de tiempo.
El ARNm no tiene la autonomía suficiente para introducirse por sí solo en el núcleo. Necesita asociarse con unas proteínas concretas (conocidas como importinas) que posean una secuencia de aminoácidos llamada “secuencias de localización nuclear”. En los poros que aíslan el núcleo del citoplasma aparecen una familia de proteínas, las nucleoporinas, que funcionan como una suerte de aduanas: vigilan y dictaminan qué entra o sale del núcleo y qué no. Debemos entender el núcleo celular como un sanctasanctórum, el lugar donde se custodia lo más “sagrado” de la célula, así que hay que controlar rigurosamente los materiales que pueden pasar, no vaya a ser que se introduzca algo que dañe los cromosomas y, por ende, a toda la célula. En este caso, sólo las proteínas con los debidos permisos (la secuencia de localización nuclear) podrán pasar al otro lado con lo que sea que transporten.
El ARNm debe tener una secuencia de nucleótidos determinada para poder asociarse con esas proteínas transportadoras. Desgraciadamente, el ARNm del SARS-CoV-2 no dispone de esas secuencias. No las necesita: el virus no requiere entrar al núcleo para reproducirse. Otros, como los influenzavirus, sí las tienen y pueden asociarse a esas proteínas, ya que necesitan entrar al núcleo para completar su ciclo infectivo.
Sigamos sumando milagros y acontecimientos improbables. Imaginemos que, de alguna manera, el ARNm de la vacuna ha logrado llegar al núcleo. Ahora se tiene que integrar en el ADN. Empero, aquí se encuentra con otro obstáculo importante. La transmisión de la información genética en las células eucariotas es, generalmente, unidireccional y sigue el siguiente esquema: ADN > ARNm > proteínas. Para revertir esa direccionalidad tendría que intervenir una pieza clave: la enzima transcriptasa inversa, capaz de copiar el ARNm en ADN (tal y como ocurre en la RT-PCR). Los virus de las familias Retroviridae (como el VIH-1) y Hepadnaviridae (que incluye al virus de la hepatitis B) la tienen, ya que la necesitan para completar sus respectivos ciclos infectivos. ¿Y nuestras células? Pues resulta que también. Hay retrotranscriptasas que actúan en los telómeros (el extremo final de los cromosomas) y en los retrotransposones.
El de los transposones es un tema fascinante que merece un artículo para él solo, pero ahora nos basta con saber que también se les llama “genes saltarines” por ser capaces de moverse por el genoma. Son elementos con la capacidad de copiarse a sí mismos, por eso son tan abundantes en el genoma de los organismos eucariotas (en el maíz, por ejemplo, constituyen entre el 49-70% de su material genético, mientras que en el ser humano constituyen el 42%). Algunos son remanentes de antiguos retrovirus que nos infectaron en algún momento de nuestra historia evolutiva: son los retrovirus endógenos humanos.
Muchos de estos elementos tienen los genes necesarios para codificar la transcriptasa inversa (por eso se llaman retrotransposones, porque para multiplicarse sufren un proceso de retrotranscripción), así que la pregunta es obligada: ¿podrían los ARNm de las vacunas aprovechar esas enzimas para integrarse en el genoma y generar cambios? Para su desgracia, no. Las retrotranscriptasas son enzimas cuyo mecanismo de funcionamiento es extremadamente específico. Para que una retrotranscriptasa pueda interaccionar con un ARNm, éste ha de poseer unas secuencias de nucleótidos muy concretas, como una suerte de pista de despegue que la retrotranscriptasa pueda reconocer para iniciar su labor. El ARNm no tiene esa secuencia por ningún lado, de forma que nuestras retrotranscriptasas no pueden copiarlo en ADN.
Asunto zanjado. Son demasiadas las razones que apuntan a la imposibilidad de que las vacunas de ARNm influyan sobre nuestros genes y nos causen defectos genéticos irresolubles o nos transformen en mutantes transgénicos. El ARN entra en la célula, es procesado por los ribosomas y es eliminado por la propia célula en menos que canta un gallo. No hay más, no hay que darle más vueltas. Es una tecnología extremadamente simple y sencilla. Por tanto, quien quiera parecerse a Lobezno o a Magneto tendrá que seguir esperando.
Pd: como bien señala el biomédico Miguel Pellicer Roig en su cuenta de Twitter, te pongas o no la vacuna, vas a mutar, y no una ni dos veces, sino 30.000.000.000.000.000.000 de veces al día.
Las vacunas de ARNm son transgénicas
En las conspiranoias de los negacionistas se mezcla de todo, aunque no tenga sentido ninguno. Cuanto más demonizado sea el objeto de sus ataques, mejor, porque más justificadas estarán sus ofensivas.
Dice el usuario “EternoLoboEric” en Twitter lo siguiente:
Los transgénicos están tan de moda que, seguramente, gran parte de la población sabe lo que son. En caso contrario, en menos de dos minutos aprendes lo que son con una búsqueda facilona en Internet. Por eso es obvio que este individuo (y todos los que han manifestado su apoyo en forma de “Favoritos” o “Retweets”) no se ha preocupado lo más mínimo en informarse.
Un organismo transgénico es aquel al que se le ha introducido artificialmente genes de un organismo de una especie distinta para aportarle unas características determinadas que antes no tenía. Las vacunas de Pfizer y Moderna sólo tienen el ARN del virus que codifica para la proteína Spike (el antígeno), es decir, no es ni siquiera el genoma completo del virus. Ese ARN ha sufrido una serie de modificaciones y adiciones para asegurar su estabilización y que los ribosomas celulares sinteticen proteínas a partir de él, pero ninguno de esos cambios implica transgenicidad (insisto, ni siquiera estamos hablando del virus entero). Tampoco lo hace la vesícula lipídica en la que va resguardado el ácido nucleico, formada por cuatro lípidos (vacunas de Pfizer y Moderna) y ningún gen. O sea, que de transgénica tienen más bien poco. De todas formas, de ser transgénicas tampoco debería significar nada negativo. Trataremos el debate de los organismos modificados genéticamente en otra ocasión.
REFERENCIAS
Guardeño, J.M.J., Iglesias, A.P., Ortega-Prieto, A.M., Álvarez, F.J.G., Cantón, J., Nava, J.A.R. y Belenguer, J.M.H. (2020). Guía para desmentir 24 bulos sobre la vacuna de COVID-19. The Conversation [online] 4 de enero, disponible en: https://t.co/WrUdrFCKAs?amp=1
Guardeño, J.M.J. y Ortega-Prieto, A.M. (2020). No, las vacunas de ARN frente a la covid-19 no modificarán nuestro genoma. The Conversation [online] 13 de diciembre, disponible en: https://theconversation.com/no-las-vacunas-de-arn-frente-a-la-covid-19-no-modificaran-nuestro-genoma-151812
Kreiter, S., Diken, M., Pascolo, S., Nair, S.K., Thielemans, K.M. y Geall, A. (2016). RNA vaccination therapy: Advances in an emerging field. J. Immunol. Res. 2016, 1–2. https://doi.org/10.1155/2016/9703914
Nirenberg, E. (2020). No, really, mRNA vaccines are not going to affect your DNA. Edward Nirenberg [online] 24 de noviembre, disponible en: https://edwardnirenberg.medium.com/no-really-mrna-vaccines-are-not-going-to-affect-your-dna-fcf05986ce9e
Organización Mundial de la Salud (2021). Vacunas [online] disponible en: https://www.who.int/topics/vaccines/es/
Pardi, N., Hogan, M.J., Porter, F.W., Weissman, D. (2018). mRNA vaccines — a new era in vaccinology. Nat. Rev. Drug Discov. 17, 261–279. https://doi.org/10.1038/nrd.2017.243
Pfizer (2020). COVID-19 vaccine U.S. distribution fact sheet [online] disponible en: https://www.pfizer.com/news/hot-topics/covid_19_vaccine_u_s_distribution_fact_sheet