Descifrando el Jardín de las Delicias. Parte 1: El preludio del desastre

Todo el mundo la conoce. Es un icono, al igual que su autor, desde hace siglos. Eso habla de su más que merecida fama. No deja indiferente a nadie. Desde que se concluyó, han sido muchos los que han intentado descifrarla, desentrañar su código, alcanzar el punto neurálgico de los sueños y pesadillas del Bosco, su subconsciente, el origen de las misteriosas escenas y criaturas que pueblan el tríptico. Vamos a hacer una tetralogía sobre el Tríptico del Jardín de las Delicias para intentar aportar todas las claves. Para que el curioso, cuando visite la pintura en el Museo del Prado, tenga cierta idea de lo que va a ver. Para que estas claves le inspiren durante su contemplación y pueda sumergirse en el cuadro de Jheronimus Bosch. Quién sabe… quizás seas tú quien descubra el verdadero significado del Jardín de las Delicias

Si muchas claves simbólicas del Jardín de las Delicias aún permanecen en el misterio, qué decir de la biografía del artista. Mucho es todavía lo que se desconoce sobre su vida y, precisamente, su biografía podría aportarnos esas pistas que nos faltan para interpretar por completo su obra más famosa, el cuadro que lo lanzó al paseo de la fama de los anales de la historia. Su nombre real fue Jeroen Anthoniszoon van Aken, latinizado como Hieronymus. Las pocas pinturas que firmó lo hizo como Jheronimus Bosch, aunque en España se le acabaría conociendo como el Bosco.

Se desconocen las fechas exactas de su nacimiento y muerte, así que empezamos bien… Se estima que nació en torno a 1450 y murió en 1516, aunque no se sabe ni el mes ni el día exactos. Es decir, el Bosco vivió a caballo entre el otoño de la Edad Media y la primavera del humanismo y el Renacimiento. Y otro dato curioso más: fue coetáneo de otro gran maestro, Leonardo da Vinci (1452-1519). Las evidencias acerca de su fecha de nacimiento son frágiles, nada permite fijarla con seguridad. Están basadas en la copia de un presunto autorretrato que el pintor realizó en los últimos años de su vida. De hecho, la primera fuente documental en referirse al Bosco es de 1474. Es decir, apenas sabemos nada de sus primeros 24 años.

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Este grabado es una copia de un presunto autorretrato que el Bosco hizo de sí mismo al final de su vida. Los expertos lo han tomado como punto de referencia para calcular el año en que nació el artista. Croma Cultura

Del Bosco se ha dicho de todo: que si era un miembro de la secta de los Hermanos del Libre Espíritu, de los adamitas o del rosacrucianismo, que si era un adepto del extinto catarismo y que, en consecuencia, habría escondido símbolos de la herejía cátara en sus pinturas, que si sus obras las hacía bajo el influjo del alcohol o las drogas. Son tales las pasiones que levanta el misterioso pintor, que centenares de personas se han lanzado a la aventura de descodificar su vida. De ahí la gran cantidad de hipótesis que han surgido, pero lo único cierto es que tenemos muy pocos datos seguros sobre él. Dedicaremos en otro momento un artículo centrado exclusivamente en su vida, pero ahora es menester aportar una serie de datos básicos para comprender el Jardín de las Delicias, ya que su experiencia vital impregnó toda su producción, incluyendo su gran obra.

Todo lo que sabemos de la vida de Hieronymus procede de dos fuentes fundamentales: los archivos municipales de su ciudad natal y de una cofradía. El Bosco nace en la ciudad de s’-Hertogenbosch o Den Bosch en neerlandés, actual capital de la provincia de Brabante Septentrional, en los Países Bajos. En francés se la conoce como Bois-le-Duc y en castellano como Bolduque. Allí vivió prácticamente durante toda su vida. Den Bosch lo había visto nacer, crecer y morir. Algunos autores están convencidos de que el Bosco jamás salió de allí salvo para cumplir algún que otro encargo artístico en alguna región cercana. Otros en cambio creen que sí, que en el lustro de 1500 a 1504 el Bosco estuvo en Italia.

Den Bosch era una ciudad importante, la tercera con más población del ducado de Brabante. Además de por el Bosco, fue famosa por sus cuchillos, de gran calidad y muy solicitados, un elemento que el maestro flamenco reflejaría frecuentemente en sus obras. El sector agrícola constituía la principal fuente de beneficios. La religión constituía un pilar fundamental para su población y, lógicamente, también para Hieronymus.

Nuestro protagonista procedía de una familia acomodada. Parece que su habilidad artística la tenía grabada en sus genes, pues tanto su padre, Anthonius van Aken, como su abuelo, Jan van Aken (quien asentó la dinastía familiar en Bolduque), fueron pintores. También sus dos hermanos mayores, Goessen y Jan. Anthonius establecería su taller en un inmueble de la Plaza del Mercado de Den Bosch. Lo más probable, por tanto, es que Hieronymus se formase en el taller de su familia. Aún así, es sin duda el van Aken que más sobresalió con diferencia sobre el resto por su innovador y personal estilo.

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Esta sería la Plaza del Mercado de Den Bosch pintada por un autor anónimo. Aquí vivió el Bosco toda su vida y donde soñó e imaginó su universo pictórico. La flecha negra señala la casa en la que vivió con su esposa Aleid van de Meervenne y donde tuvo su prolífico taller [Mercado de telas en s’-Hertogenbosch]. Anónimo-El País

La vida del pintor evolucionó alrededor de esa Plaza del Mercado, la cual fue fuente de inspiración frecuente para el Bosco. Primero vivió en la casa de sus padres y, cuando se emancipó, se alojó con su esposa Aleid van de Meervenne en otro inmueble en el lado norte de la misma plaza. Casa en la que nacerían las fantasías bosquianas, porque todo parece indicar que ahí estuvo enclavado su taller. Su matrimonio con Aleid, hija de un rico comerciante, le vino de perlas. Su esposa había heredado varias casas y tierras. Esto le permitió al Bosco vivir desahogadamente y medrar en la escala social de Den Bosch. Su estatus social es clave para entender y contextualizar muchos de los símbolos y figuras bosquianas, pues adquiriría la forma de pensar de la clase burguesa con sus concepciones morales y sus visiones del mundo y la sociedad. Una idiosincrasia que Hieronymus reflejaría en su producción.

Otro episodio importante de su vida es su pertenencia a la vetusta cofradía de Nuestra Señora de s’-Hertogenbosch, de la que también fueron miembros sus abuelos, su padre o su tío Goessen. Por los archivos de la cofradía sabemos que tanto Hieronymus como algunos miembros de su familia realizaron varios encargos pictóricos para la iglesia de San Juan, sede de la cofradía. Poco más se sabe de la producción artística de los otros van Aken. Lo que también es interesante es que el Bosco pasó de ser un miembro ordinario de la cofradía a hermano jurado con el nombre de Jeroen el Pintor en tan solo un año. Esto ocurrió aproximadamente entre 1487-1488. Por entonces, el Bosco contaría con 37 años más o menos. ¿Por qué medró tan rápido en la cofradía? Una posible explicación es por el acceso a círculos elevados de la sociedad gracias a la laxa situación económica que adquirió a través de su esposa. Sin embargo, otra posibilidad es que por esa época el Bosco fuese ya un pintor de renombre.

Un pintor muy solicitado

Hieronymus conocería el éxito en vida, y no sólo en su ciudad. Cuando sus obras comenzaron a tener cierta difusión, rápidamente empezó a recibir encargos de nobles y cortesanos. Algo tenía su obra que atraía a lo más exquisito de la sociedad, como, por ejemplo, a Isabel de Aragón (1470-1498), hija de la reina Isabel la Católica, propietaria de un bosco. O también a Felipe de Borgoña (1465-1524), que muy posiblemente tuvo en sus manos La extracción de la piedra de la locura. O a Peter Scheyfve y Agneese de Gramme, miembros de la alta burguesía de Amberes, que fueron los comitentes del Tríptico de la Adoración de los Magos del Museo del Prado.

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Los personajes que aparecen en los paneles laterales arrodillados serían los comitentes del Tríptico de la Adoración de los Magos expuesto en el Museo del Prado. Gracias a la identificación de sus correspondientes blasones, que aparecen en los extremos de dichos paneles, los expertos han podido datar esta obra con precisión y, en consecuencia, precisar un poco más el periodo en que se hizo el Jardín [Tríptico de la Adoración de los Magos]. El Bosco-Museo del Prado

Felipe el Hermoso, el hijo de nada más y nada menos que de Maximiliano I, el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, ordenó al Bosco hacer una obra con el Juicio Final como tema central en 1504. Esta obra, sobre la cual los expertos no se ponen de acuerdo a la hora de identificarla, es importante, ya que durante un tiempo se utilizó para datar el Jardín de las Delicias. Algunos especialistas la han identificado con el Tríptico del Juicio Final que hoy puede visitarse en Viena. Por sus semejanzas estilísticas con el Jardín y conociendo la fecha aproximada en la que se hizo, algunos autores sugirieron que el Jardín de las Delicias se habría elaborado en la primera década del siglo XVI. El problema era que nada aseguraba que el tríptico de Viena fuera el que encargó Felipe el Hermoso al Bosco. De hecho, muchos autores consideran que ese Juicio Final está perdido.

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El rey Felipe el Hermoso o Felipe I de Castilla fue otro comitente más del Bosco. Y es que la aristocracia se vio fuertemente atraída por las pinturas del maestro flamenco [Retrato de Felipe I de Castilla]. Anónimo-Wikipedia

Bajo este criterio se dedujo que el comitente del Jardín fue el conde Hendrik III de Nassau (1483-1538), otro destacado miembro de la corte borgoñona. ¿Por qué? Porque sabemos gracias a la crónica de Antonio de Beatis, secretario del cardenal napolitano Luis de Aragón, a quien acompañó en su viaje por el ducado de Brabante, que el Jardín estaba expuesto en el palacio de Coudenberg de los Nassau en Bruselas. Su descripción no deja lugar a dudas de que lo que vio fue el maravilloso Jardín, que ya por entonces provocaba asombro y desconcierto a partes iguales:

“Después hay algunas tablas con diversas bizarrías, donde se imitan mares, cielos, bosques y campos y muchas otras cosas; unos que salen de una concha marina, otros que defecan grullas, hombres y mujeres, blancos y negros en actos y maneras diferentes, pájaros, animales de todas clases y realizados con mucho naturalismo, cosas tan placenteras y fantásticas que en modo alguno se podrían describir a aquellos que no las hayan visto”

¿Pero es esto seguro? ¿Hendrik III fue el comitente del Jardín? ¿Cuándo se terminó realmente? Hay un problema, y es que el Bosco no fechó ninguna de sus obras. Por tanto, la mejor forma de dilucidar la cronología es acudiendo a las fuentes escritas. El inconveniente es que, como ya hemos visto, son muy escasas. La dendrocronología, es decir, el método mediante el cual se puede establecer la edad de una madera contabilizando sus anillos, también puede ayudarnos. Sin embargo, sólo nos puede informar del momento en que se taló el árbol para extraer la madera que el artista utilizaría más tarde como soporte para sus pinturas. Teniendo en cuenta el tiempo que tiene que pasar para que la madera repose, se puede calcular una fecha probable a partir de la cual el artista pudo hacer la obra. Es decir, tampoco es un método exacto y nos obliga a seguir trabajando con escalas de tiempo todavía demasiado ambiguas. En todo caso, a partir de los análisis dendrocronológicos se ha estimado que la madera se pudo empezar a utilizar a partir de 1480. Otra alternativa es estudiar la propia composición pictórica para intentar identificar algún tipo de indumentaria, actividad o escudo de armas que nos conduzca a un momento concreto de la historia. Sin embargo, el método que en este caso ha ayudado a resolver el misterio es el análisis de las analogías estilísticas. Si se encontrara una obra del mismo autor con una técnica pictórica similar a la del Jardín, se podría concretar al menos el periodo en el que se hizo. Pues bien, esa obra sería al Tríptico de la Adoración de los Magos expuesta en el Museo del Prado. En el año 2004, Xavier Duquenne logró identificar a quién pertenecían los escudos de armas que figuran en los paneles laterales del tríptico: Peter Scheyfve y Agneese de Gramme, que son precisamente los personajes en posición orante que aparecen en primer plano en dichos paneles. Así pues, se estableció 1494 como el año en que se hizo esta obra. Como el proceso creativo, el dibujo subyacente y el trabajo en superficie son muy similares entre este cuadro y el Jardín, la opinión mayoritaria sostiene actualmente que el Jardín de las Delicias tuvo que hacerse en la última década del siglo XV. Posiblemente el Bosco finalizó el cuadro después de la Adoración de los Magos, o al menos eso indicarían un par de elementos relacionados con el reverso del tríptico y que luego comentaremos. De aquí surgió otro problema: por esos años, Hendrik III aún era demasiado joven como para ser el comitente del tríptico. ¿Quién fue entonces? Seguramente su tío.

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La mayoría de los especialistas están de acuerdo actualmente en que quien encargó el Jardín de las Delicias fue el conde Engelbrecht II de Nassau. ¿Para qué quiso una pintura tan extraña? [Retrato de Engelbrecht II de Nassau]. Maestro de los Retratos de Príncipes-Wikipedia

El conde Engelbrecht II de Nassau (1451-1504) fue uno de los personajes más relevantes de la corte borgoñona y regente de los Países Bajos en nombre de Felipe el Hermoso. Era un gran amante del arte y tenía un carácter un tanto disoluto, por eso todavía hay quien duda que Engelbrecht fuese el verdadero comitente de una obra moralizante como el Jardín. Sea como fuere, de momento es quien tiene el perfil que mejor encaja como comitente del Jardín de las Delicias. Engelbrecht moriría sin descendencia, por lo que el cuadro acabaría en manos de su sobrino y único heredero. Por cierto, tío y sobrino fueron también miembros de la cofradía de Nuestra Señora de ‘s-Hertogenbosch, circunstancia que podría haber facilitado el contacto entre los condes y el Bosco.

Los condes de Nassau no serían los últimos personajes de alta alcurnia que tendrían el Jardín en sus manos. El tríptico ahora está en el Museo del Prado, pero ha estado en España desde el siglo XVI. Antes de llegar, pasaría por otras muchas manos. De Hendrik pasaría a su hijo, René de Châlon. Posteriormente lo adquiriría un primo de éste, Guillermo I de Orange, el famoso general neerlandés que se rebeló contra la corona española desencadenando la desastrosa Guerra de los Ochenta Años en el contexto de las guerras de religión que asolaron Europa. Unas guerras extremadamente destructivas que se hicieron notar en todos los ámbitos, también en el artístico. Se cree que un número significativo de pinturas y dibujos del Bosco se perdieron irremediablemente durante el caos que sacudió la región de Flandes entre los siglos XVI y XVII. El resto se dispersó entre diversos compradores junto con documentos que podrían haber ayudado a los especialistas a resolver muchas incógnitas y a conocer mejor al maestro.

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El general Guillermo I de Orange heredó de sus antepasados el Jardín de las Delicias [Retrato de Guillermo el Taciturno]. Adriaen Thomasz Key-Wikipedia

Fernando Álvarez de Toledo, más conocido por todos como el duque de Alba, el mismo que se transformó en el hombre del saco del folklore belga y holandés, confiscó el Jardín en 1568. Posteriormente lo heredaría su hijo ilegítimo, Fernando de Toledo, gran aficionado a la pintura. Pues bien, su colección terminaría siendo adquirida por un hombre que llegó a gobernar todo un imperio en el que, por su extensión, nunca se ponía el sol. Y es que el rey Felipe II de España tenía una fijación obsesiva con la obra del Bosco y, más concretamente, con el Jardín de las Delicias. Seguramente desde que lo vio expuesto en el palacio de los Nassau durante su visita a Bruselas en 1549, siendo todavía príncipe. Algo tenía el mundo onírico del Bosco que lo hipnotizó.

Felipe compró el cuadro junto a otros boscos (como La Mesa de los Pecados Capitales) en 1591. Dos años después aparecen los primeros registros que sitúan al tríptico en el sanctasanctórum de Felipe: el Monasterio de San Lorenzo del Escorial, en Madrid. Otras obras bosquianas acabarían desperdigadas en otros Reales Sitios como el palacio de El Pardo o el Real Alcázar de Madrid. Parece que el rey siempre quiso tener cerca el Jardín de las Delicias. Se dice incluso que en su lecho de muerte hizo instalar el tríptico enfrente de su cama, como si quisiera tener una última conversación con la pintura o para intentar arrancarle sus secretos más profundos en un último intento. Quizás quería hacerse una idea de lo que le esperaba tras la muerte. ¿Sufriría en el grotesco infierno bosquiano rodeado de criaturas monstruosas y temibles o le estaría destinada la Salvación? En 1933 tuvo que trasladarse al Museo del Prado para restaurarlo, donde continúa a día de hoy junto con otras de sus pinturas hermanas.

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Desde que el rey Felipe II adquirió el tríptico y lo destinó al Monasterio del Escorial, España ha sido la custodia del famoso cuadro. Wikipedia

Pero la fama del Bosco también se manifestaba de otras formas. Algunos de sus dibujos aparecieron en panfletos de su tiempo, por ejemplo. Su obra generó una cantidad ingente de imitadores y seguidores que con mayor o menor éxito trataron de reproducir la esencia del maestro. Sus característicos demonios y sus símbolos serían un recurso frecuentemente reutilizado por múltiples artistas hasta nuestros tiempos. Hay quien piensa incluso que el Surrealismo del siglo XX encuentra su primer exponente en el Bosco.

Datos básicos del Jardín de las Delicias

Antes de empezar a desgranar el tríptico, vamos a dar una serie de puntos clave sobre la obra más paradigmática del Bosco en los que no solemos reparar al quedar camuflados entre la magnificencia de la imagen y sus símbolos.

El tríptico es un óleo pintado sobre madera de roble del Báltico. Este era el material favorito del Bosco. La mayoría de los soportes que utilizó están hechos con esta madera, exceptuando, por ejemplo, La Mesa de los Pecados Capitales, que está pintada sobre madera de chopo. Es una obra ciclópea: la tabla central mide 1.85 x 1.72 metros y las laterales 1.85 x 0.76 metros. Se aloja en la sala 056 del madrileño Museo del Prado junto con otras pinturas atribuidas al Bosco o a su taller.

El tríptico era un formato que se utilizaba en el siglo XV fundamentalmente como retablo en los altares de los templos. Normalmente se mostraban cerrados al público, mostrando la pintura del reverso de las tablas laterales cuando estas se cerraban sobre la central, en general menos impresionante. Sólo se abrían en situaciones especiales, como en festividades o en domingo. Sin embargo, el Jardín de las Delicias nunca decoró ningún altar que se sepa, lo cual se habría debido a la escenografía que contiene. El exceso de escenas eróticas y pecaminosas no lo hacían apto para culminar un altar. Pero el Bosco fue un hombre de extremada inteligencia. ¿Por qué utilizó ese formato si no iba a estar destinado a un altar? En general, cualquier imagen religiosa de cualquier templo, ya esté inscrita en la piedra o en la pintura, tiene el objetivo de enseñar y adoctrinar, de contar una moraleja que ayude al fiel a seguir la senda correcta. Los altares son las zonas más sacras de los templos cristianos. Por lo tanto, las imágenes que allí se expongan serán de las más importantes. El mero hecho de estar ubicadas en esos lugares convierte las enseñanzas que transmiten en incuestionables. El Bosco habría utilizado ese formato para darle legitimidad sacra al Jardín de las Delicias, sugiriendo que, aunque no esté en un altar, la doctrina que transmite debe considerarse irrevocable.

Por otro lado, es posible que los Nassau respetaran el ritual que se aplicaba a los trípticos en los templos y que solo expusieran el interior de la obra ante visitas realmente importantes o en ocasiones muy especiales. Por ejemplo, un personaje de la talla del ya mencionado cardenal Luis de Aragón pudo ver el tríptico desplegado en todo su esplendor, tal y como se puede deducir de la crónica de su secretario. También Felipe II cuando era todavía príncipe. La verdad es que ese ritual de la apertura del tríptico tenía que ser emocionante. El paso de la grisalla a la explosión de color del interior debió de provocar a muchos una experiencia cercana al arrebato místico. Lógicamente, a día de hoy mucha gente sigue quedándose maravillada, pero seguramente ya no es como antes. Ahora el tríptico se expone permanentemente abierto y todo el mundo está familiarizado con la pintura por las miles de fotografías que hay en Internet. Antes no era así. Lógicamente la impresión llegaba cuando se contemplaba en persona, pues las palabras son incapaces de describir semejante maravilla. No obstante, otras personas no tuvieron el placer de ver el tríptico abierto. Una de ellas fue otro maestro de la pintura: el inigualable Alberto Durero. Él también visitó el palacio de los Nassau en 1520, pero no dejó nada escrito sobre el Jardín de las Delicias en su diario, seguramente porque no llegó a verlo abierto. Es posible que el reverso de la Creación del mundo no le llamase la atención por sus apagadas tonalidades y su práctica ausencia de vida.

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Seguramente fueron muy pocos los agraciados que pudieron ver el Jardín de las Delicias abierto. Había que poseer un estatus social determinado para poder disfrutar de su interior. Parece que el gran Alberto Durero no cumplía con ese criterio, así que seguramente solo vio el reverso de la obra cuando visitó el palacio de los Nassau. Si hubiera visto sus entrañas, sin duda lo habría apuntado en su diario [Autorretrato]. Alberto Durero-Wikipedia

Continuando con las peculiaridades de la obra, resulta que la firma del autor está ausente. ¿Por qué no firmó su obra más emblemática? Lo cierto es que la mayoría de su producción carece de firma (por ello, muchas pinturas y dibujos aún siguen siendo objeto de intensos debates al no haber consenso sobre la autoría de las mismas). Aun así, sobre el Jardín de las Delicias siempre ha habido unanimidad a la hora de atribuirla al Bosco. Para entender esto, tenemos que ubicarnos en el contexto de la época. Firmar las obras propias era una excepción y dependía de los designios de los comitentes más que de la voluntad del pintor. El artista firmaba su obra si el comitente así lo disponía. El Bosco fue uno de los pintores que más obras dejó firmadas con su famoso pseudónimo rubricado en letras góticas “Jheronimus Bosch”. “Bosch” lo adoptaría como apellido artístico para vincularse y homenajear a su ciudad natal, s’-Hertogenbosch, donde elaboró la mayor parte de su obra. Es posible que la fama del Bosco lo precediera y algunos comitentes quisieran tener su nombre grabado casi como un símbolo de prestigio.

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La característica firma del Bosco estaba inscrita en caracteres góticos. Muy pocas de sus obras están firmadas. Getty Images

La fecha es otro elemento ausente en las pinturas del Bosco. Pilar Silvia Maroto, especialista en pintura flamenca, ha sugerido una interesante relación entre las características de la firma del Bosco con la ausencia de fechas:

“El Bosco “escribe” su firma con letras góticas y minúsculas, del tipo de las que se utilizaban en el nuevo arte de la imprenta, quién sabe si como una forma de indicarnos que sus imágenes son como libros en los que se puede “decir” tanto o más que en ellos. De ser esta su intención, quizá cabría especular con la posibilidad de que fuera esta una de las razones por las que no fechó ninguna obra, al ser su mensaje intemporal”.

Sería absurdo, por tanto, restringir su obra a un tiempo concreto si su objetivo era conseguir la trascendencia, la inmortalidad, la infinitud de su arte y las enseñanzas que contiene.

El Bosco fue un hombre de su tiempo. Como tal, se vio influido e inspirado por las manifestaciones artísticas y los acontecimientos de su época. Eso no quiere decir que copiara. Los elementos que el Bosco tomaba prestados los reinventaba para adaptarlos a su propio estilo. Su mente era una fuerza transformadora. En toda su producción veremos iconos que ya aparecían en los manuscritos iluminados, los libros de horas y los bestiarios medievales y escenas que recuerdan a algunos pasajes de los poemas y romances de su época. Sin embargo, la fuente de inspiración más importante para el Bosco fue su entorno. Cuando lleguemos al infierno del Jardín de las Delicias hablaremos, por ejemplo, de los objetos cotidianos que aquí funcionan como terroríficos instrumentos de tortura. Los demonios y otras criaturas grotescas de la imaginería bosquiana no dejan de ser quimeras compuestas por animales, objetos y plantas reales. También exploraremos algunas escenas que recuerdan a algunas costumbres cortesanas de finales de la Edad Media. Las creencias y valores morales de su clase social, la burguesía, aparecen con profusión, como modelos de virtud a imitar. El carnaval y las procesiones, ceremonias que el Bosco tuvo que disfrutar en su ciudad natal, también aparecen representados. Los paisajes que adornan el fondo de muchas de sus obras recuerdan a los agrestes campos holandeses. Los incendios, que constituyen otro elemento frecuente de los infiernos del artista, parece que aluden a una experiencia traumática que el Bosco vivió de joven y en la que ahondaremos más tarde.

No exageraríamos si dijéramos que el Bosco fue el da Vinci flamenco. Cuando el especialista trata de analizar su producción artística, se da cuenta de la gran cantidad de conocimiento que debe manejar para intentar interpretar fielmente las obras del Bosco. Su mente genial vagó por los terrenos de la historia, la alquimia, la astrología, la política, el arte, la arquitectura, la geografía, la zoología, la botánica, las matemáticas… Todo servía como fuente de inspiración al maestro para extraer nuevas ideas.

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Las obras del Bosco están repletas de objetos cotidianos con los que estaba familiarizado. El mejor ejemplo es este cuchillo que aparece en la tabla del Infierno del Jardín de las Delicias con una “M” inscrita que aludiría a algún maestro cuchillero de Den Bosch según algunos autores [Tríptico del Jardín de las Delicias]. El Bosco-El Diario

Todo el mundo da por hecho que la obra que nos concierne se titula Jardín de las Delicias en alusión a su panel central. Pero lo cierto es que no se conoce su verdadero nombre. Que sepamos, el Bosco no bautizó su gran obra, o al menos no se ha encontrado ninguna referencia al respecto. De hecho, no siempre se ha llamado así. Al principio en España se la conoció como el Jardín de los Madroños tal y como aparece en los libros de entregas del Escorial, haciendo alusión a la abundancia de frutos similares a fresas o madroños que se distribuyen por el jardín:

“Pintura […] de la variedad del mundo cifrada con diversos disparates de Hieronimo Bosco, que llaman del Madroño.”

También fray José de Sigüenza, bibliotecario de la fastuosa biblioteca del Escorial, la llamó así. Describió el tríptico muy acertadamente cuando dijo:

“La otra tabla de la gloria vana y breve gusto de la fresa o madroño, y su olorcillo, que apenas se siente, cuando ya es pasado.”

Solamente es a partir del siglo XIX cuando la obra recibe su nombre actual. De disponer del título original, seguramente se podrían despejar muchas incógnitas sobre el simbolismo y el significado profundo del tríptico.

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Algunos frutos inspiraron a los españoles para bautizar al tríptico como el Jardín de los Madroños [Tríptico del Jardín de las Delicias]. El Bosco-Punto Crítico Derechos Humanos

Dicho todo esto, centrémonos por fin en el objetivo de estos artículos: descifrar el Jardín de las Delicias (o al menos aportar algunas claves). Para intentar extraer una interpretación global, es necesario que nos integremos en la pintura, que nos convirtamos en un personaje más de la composición. Tenemos que vivir en primera persona lo que está sucediendo en la obra para identificar los símbolos y sus significados. Por ello, empezaremos primero por un análisis en detalle de cada panel para adquirir el bagaje necesario y así poder extraer una conclusión general sobre el tríptico al final.

El cuadro quiere contarnos una historia, una crónica con una moraleja tan trascendental que atañe directamente al destino espiritual de la humanidad. Como cualquier buena historia que se precie, hay que empezar a contarla por el principio. Así pues, procedamos a cerrar injustamente las alas laterales del tríptico sobre la tabla central multicolor para acceder al inicio de esta historia. Un comienzo en grisalla, triste y descolorido si lo comparamos con el interior. Un comienzo que, oponiéndose a la entropía hipercolorida del interior, muestra un orden y una geometría que nos pone en contexto para empezar a descifrar el tríptico. Abrochaos los cinturones porque nos vamos a sumergir en un universo del que todavía no se ha dicho la última palabra.

La Creación del mundo

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[Tríptico del Jardín de las Delicias]. El Bosco-Arte Historia

Una esfera transparente. Eso es lo que llama la atención a primera vista. Ocupa casi todo el reverso de los paneles laterales. Su interior contiene una mezcolanza de árboles y de estructuras vegetales fantásticas. Aunque presente vida, la pintura en grisalla le da un aspecto casi desolador a la escena. Parece una naturaleza mustia que no acaba de manifestar su esplendor. Una curiosidad es que el Bosco no realizó un dibujo previo antes de representar la escena tal y como la vemos.

La tierra y algunos riscos empiezan a surgir tímidamente de las aguas, porque esa esfera está rellena en su mitad inferior de unas aguas primordiales que pueden advertirse a partir de las ondulaciones y los reflejos. Si elevamos la vista hacia la cúpula de la esfera, hacia el cielo de ese globo, vemos que está encapotado. Algunas nubes no parecen augurar nada bueno. Sin embargo, entre los oscuros nubarrones prevalecen algunos rayos de luz difusa.

En el borde superior izquierdo, entre la oscura neblina, se asoma un anciano sentado, de aspecto etéreo, espectral. De poblada barba y lánguidos cabellos, viste una túnica y porta una corona. Observa con quietud la gigantesca esfera cristalina. Sostiene un libro ilegible en su mano izquierda y con la derecha parece estar bendiciendo. De su boca parte un rayo de luz muy tenue que impacta contra la gigantesca esfera.

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Dios con una Biblia en la mano observa su magnum opus al tercer día de la Creación [Tríptico del Jardín de las Delicias]. El Bosco-Museo del Prado

Más arriba, en el límite superior de los paneles, aparecen dos sentencias en latín:

“Ipse dixit et facta sunt” | “Ipse mandavit et creata sunt”

Significan: “Él mismo lo dijo y todo fue hecho. Él mismo lo ordenó y todo fue creado”. Son citas bíblicas, concretamente de los Salmos 33:9 y 148:5. Ahora está todo mucho más claro. Esas citas se están refiriendo a Dios Padre, el majestuoso anciano que contempla su creación desde fuera. De su boca emana el poder creador, el Verbo con el que genera el mundo. El libro que sujeta es posiblemente la Biblia o el Génesis.

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Las citas de los Salmos hacen alusión a la creación del mundo [Tríptico del Jardín de las Delicias]. El Bosco-Museo del Prado

Lógicamente, la esfera es el orbe terrestre, nuestro mundo. El surgimiento de la tierra nos da otra pista: el Bosco pintó el mundo durante el tercer día de la Creación, cuando Dios separa la tierra de las aguas y fabrica la vegetación, incluyendo los árboles frutales. Nació así el Paraíso terrenal, elemento central en el Jardín de las Delicias. La composición es monocromática, lo cual tiene sentido, ya que Dios todavía no ha creado el Sol. Además, los más avispados ya se habrán dado cuenta de que las estructuras surrealistas, esas mirabilia, se parecen sospechosamente a las que salpican el interior del tríptico. Esto nos indica que el escenario es el mismo, aunque cambiado por el paso del tiempo. El Bosco pintó el mundo desde una perspectiva externa, la misma que la que tiene Dios, imitando así su papel, el de Creador.

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Las semejanzas de las estructuras mitad vegetal mitad mineral del reverso del tríptico y de las tablas izquierda y central son evidentes. La historia que nos está contando el Bosco está sucediendo en el mismo lugar: el Paraíso terrenal [Tríptico del Jardín de las Delicias]. El Bosco-Museo del Prado

Fijémonos en la vegetación de este mundo descolorido. Algunas plantas tienen frutos. Son visibles sobre todo los que crecen de las plantas más fantásticas. El fruto es un icono recurrente en el Jardín. Aparecen sobre todo en la tabla central. Es una de las delicias. Volveremos a este asunto en futuros artículos, pero es muy posible que los frutos sean una metáfora de la sensualidad y del sexo. A fin de cuentas, un fruto no es más que el resultado de la fecundación de las plantas. El sexo puede tener dos interpretaciones. En el contexto cristiano es un acto sagrado siempre y cuando responda al mandato divino de “creced y multiplicaos”, por lo cual tendría un objetivo loable siempre que esté destinado exclusivamente a ese fin. Pero el sexo también puede ser fuente de pecado. Cuando el sexo responde meramente a la satisfacción de los placeres de la carne, conduce a la lascivia y a las conductas compulsivas. Entonces, ¿nos está diciendo el Bosco que el mal, representado en este caso por las pasiones humanas descontroladas y simbolizado a través de los frutos, se encuentra integrado en el mundo, la obra más pura y perfecta de Dios, desde el primer momento de su existencia? ¿Está inscrito en la propia naturaleza? Tendría sentido en la cosmología cristiana. ¿Qué fue lo que hizo Dios el primer día de la Creación? Separar la luz de la oscuridad, el bien del mal, y, según San Agustín, expulsar de los cielos a Lucifer y su séquito por su soberbia. Otra obra del Bosco es muy reveladora al respecto. En la parte superior del panel izquierdo del Tríptico del Carro de Heno, el Bosco representó la expulsión de los ángeles rebeldes. Durante la épica guerra civil celeste, algunos ángeles caen de los cielos mientras van adquiriendo simultáneamente la forma de diversas plagas, sabandijas y criaturas indeseables. Estas acaban precipitándose a la tierra y las aguas del mismo mundo en el que posteriormente habitará la humanidad. Desde entonces, esas criaturas rondarán al hombre y lo tentarán con diversos ardides, siempre con el objetivo de corromper la creación pura de Aquel que los ha expulsado del Paraíso.

Retrotraigámonos ahora al principio, cuando discutíamos la fecha en que se hizo el Jardín de las Delicias. Decíamos que en esta parte del tríptico podría haber una clave que nos ayudaría a certificar que el Bosco realizó su obra maestra después de la Adoración de los Magos. Esa clave estaría codificada en la figura de Dios Padre. Hieronymus fue un hombre extremadamente culto. Seguramente tuvo acceso a una gran cantidad de libros, manuscritos iluminados, obras de otros artistas, etc. Pues bien, la figura de Dios se asemeja sobremanera a la entalladura del Dios Padre enaltecido de Michael Wolgemut que aparece en la Crónica de Núremberg de Hartman Schedel. Hasta aparece también el mismo texto de los Salmos. Este manuscrito fue editado en 1493, así que sería lógico que el Bosco terminase el Jardín después de 1494. Otra analogía plausible la podemos encontrar en unos bocetos de San Antonio Abad que, aunque al principio se atribuyeron a Peter Brueghel el Viejo, el segundo Bosco, posteriormente se asignaron al maestro flamenco. Efectivamente, esos ancianos esbozados en tinta parda nos recuerdan por sus posturas y atuendos al Dios Padre del Jardín. Los expertos estiman que estos dibujos debieron hacerse entre 1495 a 1505. Por consiguiente, si se realizaron antes que el Jardín, automáticamente este tiene que ser más tardío que la Adoración de los Magos.

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A la izquierda, entalladura de Dios Padre de la Crónica de Núremberg de Hartman Schedel. A la derecha, bocetos realizados por el Bosco. Entre las figuras grotescas se distinguen bocetos de San Antonio Abad sedente. Ambas imágenes recuerdan sobremanera al Dios Padre del panel de la Creación del Jardín de las Delicias, así que pudieron haber servido de fuente de inspiración para el maestro. Wikipedia y El Bosco-Artchive.ru

Así empieza esta historia. En los próximos artículos desvelaremos los secretos de las entrañas del tríptico. Muchas cosas maravillosas nos esperan.

Si quieres continuar indagando en los misterios del Jardín de las Delicias, sigue los siguientes enlaces:

Descifrando el Jardín de las Delicias. Parte 2: Un paraíso engañoso

Descifrando el Jardín de las Delicias. Parte 3: El jardín de la lujuria

Descifrando el Jardín de las Delicias. Parte 4: Los secretos del Infierno musical

REFERENCIAS

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