Las paradisíacas playas del Caribe son un destino soñado por personas de todo el mundo. ¿A quién no le gustaría disfrutar de unas tranquilas y reparadoras vacaciones tumbado sobre blancas arenas, escuchando el murmullo de las aguas cristalinas rompiendo contra la orilla mientras se saborea una piña colada?
Desde luego, suena a retiro de ensueño. Sin embargo, un viaje así podría convertirse rápidamente en una auténtica pesadilla si tienes la mala suerte de encontrarte con el árbol más peligroso del mundo según el Guinness World Records: la manzanilla de la muerte.
Así la bautizaron los conquistadores españoles, aunque también se la conoce como manzanillo de playa o con el nada tranquilizador nombre de árbol de la muerte. El naturalista sueco Carl von Linneo la llamó Hippomane mancinella. El primer término del binomio viene a significar “locura del caballo”. Parece ser que Linneo pudo haberse inspirado en la denominación que el filósofo griego Teofrasto acuñó para referirse a una planta nativa de Grecia que volvía locos a los equinos que se la comían.
Distribución y características
Su área de distribución natural son las regiones costeras arenosas comprendidas entre el sur de Florida y Venezuela, Mesoamérica, varias islas caribeñas, Perú e Islas Galápagos. También crece en manglares.
Son árboles perennifolios de gran porte, llegando a alcanzar los 15 m de altura. La corteza es grisácea y agrietada. Poseen copas amplias y de forma globosa. Sus hojas son simples, alternas, elípticas, con un aspecto similar al del cuero y presentan largos peciolos. El fruto se asemeja a una pequeña y apetitosa manzana amarillenta o verdosa, de ahí su nombre vulgar.
Es un miembro de la familia de las euforbiáceas (Euphorbiaceae), a la que también pertenecen el ricino o las famosas lechetreznas (género Euphorbia sp.), así conocidas por el líquido lechoso y blanquecino que emana de su tallo cuando es cortado: el látex. Esta sustancia puede provocar irritación al entrar en contacto con las mucosas, lo que nos da pistas sobre su función biológica. El látex es uno de los diversos mecanismos de defensa que disponen las plantas para disuadir a los herbívoros, como los pelos urticantes del aguijón del suicidio (Dendrocnide moroides), del que ya hablamos en un artículo anterior:
Dendrocnide moroides. La planta que causa un dolor insoportable
Una sustancia extremadamente cáustica
El látex de esta especie es particularmente cáustico e irritante. Casi todas las partes del árbol pueden secretar esta sustancia al romperse: las hojas, los frutos, las ramas, la corteza. Puede causar graves quemaduras, inflamación y ampollas si entra en contacto con la piel. Si cae en los ojos, además de causar un escozor inenarrable, puede producir daños graves en los tejidos oculares y ceguera temporal o permanente. Los vapores resultantes de quemar su madera también son irritantes para los ojos y las mucosas. Si bien la composición química de esta sustancia lechosa es compleja, se sospecha que los ésteres diterpénicos son los principales responsables de estos daños.
El fruto es especialmente peligroso, dado su aspecto suculento y su aroma afrutado, que invitan a hincarle el diente. No obstante, esta temeridad puede conducir a una angustiosa agonía que suele cursar con dolor abdominal y orofaríngeo, diarrea y vómitos. Los peores casos pueden terminar con edema faríngeo, lo que requiere traqueotomía, el coma o la muerte. Además, como los síntomas tardan varios minutos en manifestarse y los frutos son pequeños, es frecuente que los afectados consuman varias manzanas antes de experimentar cualquier señal de alarma, lo que puede empeorar el diagnóstico. Por si fuera poco, el polen de esta especie es altamente alergénico.
Los ésteres diterpénicos del látex son solubles en agua, por lo que no es aconsejable guarecerse debajo de este árbol para protegerse de la lluvia, ya que las gotas que resbalan por las hojas y ramas del árbol portan látex diluido. Tampoco es recomendable que aparques tu vehículo a la sombra de este árbol. Tan corrosivo es su látex que puede llegar a consumir la pintura de la carrocería. Menos problema aun le supone el algodón de nuestras prendas.
Sin lugar a dudas, Hippomane mancinella dispone de un muy efectivo mecanismo de defensa contra los herbívoros. Repele a la gran mayoría, a excepción de la iguana rayada (Ctenosaura similis), que puede vivir entre las ramas del manzanillo y consumir sus frutos mostrando una asombrosa inmunidad frente a la causticidad del látex.
Usos y aplicaciones
A pesar de su peligrosidad, esta especie no ha logrado mantener alejado al ser humano, quien ha utilizado su madera para la fabricación de muebles desde hace siglos. Eso sí, con previo secado de la madera al sol para neutralizar la causticidad del látex. Los caribes bañaban las puntas de sus flechas en el látex para mejorar el resultado de sus prácticas cinegéticas. Incluso, una leyenda afirma que Juan Ponce de León, descubridor de la Florida, murió tras ser herido por una flecha emponzoñada con látex del manzanillo. Por otro lado, se ha registrado el uso de su resina en Jamaica para el tratamiento de enfermedades venéreas y la hidropesía, mientras que los frutos, una vez secados adecuadamente, se han utilizado como remedio diurético.
Testimonios traumáticos
Tan pronto como en el siglo XVI, cuando los habitantes del Viejo Mundo comenzaban a establecer sus colonias en el Nuevo, ya se registraban accidentes relacionados con la manzanilla de la muerte. Por ejemplo, el cronista de las Indias Pedro Mártir de Anglería denunció en su De orbe novo que incluso la sombra de este árbol afecta a la cabeza y hiere los ojos.
En el siglo XVII, el escritor inglés Richard Ligon recogió una práctica preventiva de los trabajadores que se dedicaban a talar los manzanillos, a saber: se cubrían los ojos con un pañuelo para evitar que les cayese látex. De lo contrario, podían quedarse ciegos durante un mes. Precisamente lo que les ocurrió en el siglo siguiente a los carpinteros del HMS Herald por cortar los árboles sin llevar ningún tipo de protección, según relató el naturalista Berthold Seemann.
El almirante Horatio Nelson también pudo sentir en carne propia los efectos nocivos del manzanillo. En 1779, cuando comandaba una expedición británica a la Nicaragua española, se envenenó tras beber agua de un manantial que los indios de la zona deliberadamente saturaron con hojas de Hippomane mancinella.
Centenares de personas más han tenido la mala suerte de sufrir las consecuencias de toparse con la manzanilla de la muerte hasta nuestros días. De hecho, las autoridades locales se han visto obligadas a marcar estos árboles con carteles de advertencia o pintura roja para alejar a los curiosos y evitar que la lista de afectados siga creciendo.
Así que, ya lo sabes, si vas a pasar unas vacaciones de ensueño por el Caribe, asegúrate de dedicar tiempo previamente a conocer la flora de la zona para evitar que Hippomane mancinella y su efecto irritante arruinen tu viaje.
REFERENCIAS
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