Posiblemente sea una de las conversaciones de sobremesa más habituales del verano. Cuando se parte una sandía por la mitad y no se perciben las pepitas emana de nosotros una sospecha, una inquietud, desconfianza, incluso miedo. Parece algo antinatural, brujería científica. El término “transgénico” saldrá despectiva y velozmente de aquella persona que tenga la lengua más rápida…
Sin embargo, en honor a la verdad, esta variedad de sandía no es un transgénico, sino un híbrido que se ha estando produciendo desde la década de los 30. Básicamente se inocula el polen masculino de una planta diploide (es decir, el número de cromosomas está duplicado) en una planta hembra tetraploide (es decir, el número de cromosomas está multiplicado por 4), generándose así un individuo triploide (el número de cromosomas está triplicado) estéril que, en consecuencia, no produce semillas. Algo parecido sucede cuando se cruza un burro con una yegua: el resultado es una mula sin capacidad reproductiva.
Estas sandías se pueden consumir sin ningún problema y son igual de deliciosas y saludables que las sandías con pepitas.
EL DATO
Las líneas tetraploides se obtienen mediante la inoculación de colchicina en plantas diploides, un alcaloide procedente del azafrán silvestre que provoca la duplicación de los cromosomas.