Hace unas semanas fui de excursión a la sierra de Madrid (España) para ver si, con suerte, me topaba con algún rebaño de cabra montesa (Capra pyrenaica). En esta época del año, las cabras están especialmente activas, ya que es la época de celo, por lo que aumentan las probabilidades de verlas en su hábitat. Finalmente, la diosa Fortuna me sonrió y pude observar un rebaño muy numeroso. Aprovechando esta experiencia, he decidido escribir este artículo sobre curiosidades de este hermoso animal.
Distribución y amenazas
La cabra montesa es un ungulado, esto es, un animal que camina apoyándose sobre el extremo de sus dedos, que están revestidos por pezuñas. Pertenecen a la familia de los bóvidos, la misma que la de las vacas y las ovejas.
Hasta el siglo XIX, se distribuía por la mayor parte de los sistemas montañosos ibéricos, pero diversas presiones y amenazas han reducido su rango de distribución, que actualmente se restringe a las cordilleras del este, centro y sur de la península ibérica. Afortunadamente, sus poblaciones están experimentando una expansión gracias a los esfuerzos de reintroducción. Según la última evaluación de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, su estatus de conservación es de Preocupación Menor.

Las principales amenazas que encaran sus poblaciones actualmente son la perturbación de sus hábitats, el furtivismo, la competencia por los recursos con otros ungulados domésticos y silvestres exóticos, como el arruí, el turismo, el desequilibrio en la estructura de sexos y edades en sus poblaciones y el impacto de enfermedades, especialmente de la sarna sarcóptica (producida por el ácaro Sarcoptes scabiei), una enfermedad muy contagiosa capaz de esquilmar drásticamente las poblaciones de esta especie.
Biología y dimorfismo sexual
Como buen bóvido, su dieta es estrictamente herbívora. Una gran diversidad de plantas compone su dieta, tanto herbáceas como leñosas, algunas extremadamente fibrosas. Sin embargo, esto no presenta un problema serio para la cabra montesa, pues con su digestión rumiante, su estómago multicameral y los microorganismos mutualistas que habitan en él, son capaces de degradar hasta la molécula más indigesta.
Posee pocos depredadores naturales, esencialmente el águila real y el zorro, que tienden a cebarse con las crías desprotegidas. Antes también lo era el lobo, pero actualmente no representa una amenaza, pues sus rangos de distribución apenas solapan. Como ocurre con muchas otras especies, su principal cazador es el hombre.
Existe un marcado dimorfismo sexual entre machos y hembras, que se manifiesta en varios aspectos. Uno de ellos es el tamaño. Los machos son más grandes y pesados que las hembras, llegando a alcanzar 120 y 46 kg, respectivamente. También presentan colores diferentes: el pelaje de las hembras tiende más al canela y al ocre, mientras que los machos, además, presentan manchas negras en los flancos laterales y en el cuello que se van extendiendo con la edad, aunque desaparecen con la pérdida del pelaje en verano.

Aun con todo, el rasgo que mejor permite distinguir a ambos sexos son los cuernos, mucho más desarrollados en los machos. Los de los machos adquieren un aspecto rugoso, les salen nudos y tienden a abrirse y curvarse en forma de S. Suelen alcanzar entre 70 a 90 cm. Los cuernos de las hembras son mucho más cortos, menos gruesos y más rectos. El tamaño y calidad de los cuernos de los machos les sirven para competir por el acceso a las hembras. Normalmente, los machos más adultos -y, por tanto, con los cuernos más desarrollados-, disfrutan de un acceso prioritario a las hembras. A su vez, los cuernos de los machos aportan a las hembras información sobre su calidad reproductiva. De hecho, hay estudios que han encontrado una sólida relación entre la calidad de los cuernos y la motilidad del esperma. No es que las hembras conozcan esta relación, pero sí indica que unos cuernos bien desarrollados están asociados con una buena calidad genética y reproductiva. Por ello, los machos más maduros suelen tener mayor éxito en el cortejo.
Cortejo y reproducción
Una de las cosas más interesantes de las cabras montesas es su complejo procedimiento de cortejo y la diversidad de comportamientos que engloba. La cabra montesa es una especie polígama, esto es, un macho se aparea con varias hembras. El cortejo y el celo de las hembras ocurren entre noviembre y diciembre. El cortejo comienza con el establecimiento de una jerarquía entre los machos en la que los individuos dominantes, que son los más adultos, desplazan a los más inexpertos, que suelen ser los más jóvenes, asegurándose de esa forma un acceso prioritario a las hembras. Posteriormente, los machos dominantes se aproximan a los grupos de hembras y comienzan a cortejarlas, no sin algunas interferencias de otros machos rivales, a los que tienen que enfrentarse utilizando sus potentes cuernos para garantizar su dominancia.

Una vez despejada la zona de rivales potenciales y con el objetivo en su punto de mira, el macho estira la cabeza y el cuello hacia delante, orienta los cuernos hacia atrás y levanta la cola para dejar libre la glándula anal. Esta glándula libera feromonas que estimulan la ovulación de las hembras y fomenta su receptividad sexual. Al mismo tiempo, el macho da golpes con su pata delantera, se acerca lentamente hacia la hembra y saca la lengua, batiéndola rápidamente arriba y abajo casi de manera burlesca, a menudo cerca de los genitales femeninos. De esa forma, el macho es capaz de detectar si la hembra está en celo o no a través de sus feromonas. Este comportamiento, conocido como respuesta Flehmen, es común a muchas otras especies de mamíferos, aunque puede manifestarse de otras maneras. Su objetivo es captar moléculas químicas que están en el aire y llevarlas a un órgano situado entre la nariz y la boca, llamado órgano vomeronasal o de Jacobson, que está repleto de terminaciones nerviosas que se activan ante la presencia de dichas moléculas. Así, los animales que poseen este órgano pueden conocer el estado fisiológico de sus congéneres o la presencia o ausencia de celo.
Todas estas acciones constituyen un ritual sexual que no solo aporta al macho información sobre el estado sexual de su contraparte, sino que también le sirve a la hembra para conocer las motivaciones del macho y así actuar en consecuencia. Cuando la hembra no está receptiva, se voltea agresivamente hacia el macho, con la intención de usar sus pequeños cuernos. También es frecuente que orine. Si la hembra está en celo, arquea la espalda, abre ligeramente las patas posteriores y retira la cola para dejar al descubierto sus genitales.
Un comportamiento habitual de las hembras en celo es dar pequeñas carreras para llamar la atención de los machos, que responden persiguiéndolas. Cuando la hembra se detiene, los machos se colocan tras ella en orden jerárquico, del más anciano y, en consecuencia, del más dominante, al más joven. Por lo general, la hembra preferirá aparearse con el individuo más mayor. Los jóvenes perderán la oportunidad de reproducirse hasta que pasen unos años y obtengan más experiencia.
Las hembras fecundadas darán a luz entre abril y junio a una cría, en ocasiones dos. Para parir, las hembras se alejan del rebaño y se aislan en zonas escarpadas de difícil acceso para los depredadores. Posteriormente, se reincorporarán al grupo. Los partos están extremadamente sincronizados para que los cabritos nazcan en la época más favorable del año, aquella que favorece en mayor medida su supervivencia. Si naciesen antes, podrían tener que enfrentarse a las heladas rezagadas de la primavera y, si lo hiciesen más tarde, podrían no alcanzar el desarrollo adecuado para afrontar el invierno siguiente.
La cabra montesa es uno de los habitantes más emblemáticos de nuestras montañas. Su conservación, así como la de sus hábitats, está en nuestras manos.
REFERENCIAS
Alados C.L., Escós J. (2017). Cabra montesa – Capra pyrenaica Schinz, 1838. Enciclopedia Virtual de los Vertebrados Españoles [online]. Disponible en: https://www.vertebradosibericos.org/mamiferos/cappyr.html
Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (2007). Atlas y libro rojo de los mamíferos terrestres de España. Disponible en: https://www.miteco.gob.es/content/dam/miteco/es/biodiversidad/temas/inventarios-nacionales/ieet_mami_capra_pyrenaica_tcm30-99789.pdf
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Muy interesante como siempre. Como curiosidad querría añadir que en Cazorla en el Centro Torre del Vinagre si mal no recuerdo estaba disecado la famosa cabra montesa de Félix Rodríguez de la Fuente (ya tienes excusa para ir a Cazorla a verificarlo y de paso visitar su jardín botánico que no está nada mal).
¡Muchas gracias, Edu, por tu comentario y tu recomendación! Me lo apunto para visitarlo, que no conocía ese centro ni el jardín botánico.