Una trágica noticia de última hora se coló en las páginas internas del diario El Liberal la madrugada del 25 de noviembre de 1891. La catástrofe de anoche. España está de luto. Incendio del Museo de Pinturas rezaba el titular. El Museo del Prado estaba ardiendo violentamente. Las gentes se agolpaban ante aquel espectáculo infernal. Lamentos, llantos, insultos… era lo único que se oía por encima del crepitar de las llamas. Ninguna ala se había salvado, el edificio había ardido como un todo.
Los ciudadanos y soldados de artillería ponían en riesgo sus vidas internándose peligrosamente entre el humo y las ruinas de la insalvable pinacoteca para rescatar los restos maltrechos de las pocas obras que habían sobrevivido. Tizianos, Velázquez, Boscos, Goyas y el resto del tesoro artístico habían pasado a mejor vida. Ese día se había erigido como uno de los más trágicos para el patrimonio humano. La culpa era del gobierno, que no había intercedido para mejorar las instalaciones del inmueble. Era cuestión de tiempo por tanto que una diminuta chispa desatara el horror. Como es lógico, cuando a la mañana de ese mismo día los madrileños leyeron la nota, se acercaron presurosos a ver las ruinas del museo. Cuál fue su sorpresa al encontrárselo intacto.
Este es un ejemplo de que las fake news vienen de antiguo, aunque esta tenía una finalidad loable. Mariano de Cavia, autor de este reportaje, publicó al día siguiente en El Liberal la explicación de su actuación con el titular Por qué he incendiado el Museo de Pinturas. Su objetivo era “inventar una catástrofe… para evitarla” y llamar la atención del Ministro de Fomento para restaurar y renovar las instalaciones del Prado y para evitar catástrofes como las que ya habían sufrido otros monumentos españoles a lo largo de su historia, precisamente por la dejadez de la administración correspondiente. Lo cierto es que surtió efecto, y el ministerio tuvo que ponerse manos a la obra.