En una escena del primer episodio de la aclamada serie de Disney+ Loki (tranquilos, no hay spoilers), el carismático dios nórdico del embuste interpretado por Tom Hiddleston está en un avión elegantemente ataviado con un traje negro, camisa blanca, una corbata negra, gafas de sol y un maletín. Aparentando normalidad, entrega una escueta nota a la sobrecargo que le acaba de atender. Esta, creyendo que el apuesto caballero le había dado su número, se marcha con una tímida sonrisa, pero Loki la detiene y la insta a que lea el mensaje. En él se enumeran una serie de instrucciones que la auxiliar debe entregar al piloto si quiere evitar que Loki vuele el avión con una bomba escondida en su maletín.
Esta es una más de las muchas referencias de la cultura popular a uno de los casos más misteriosos de la navegación aérea, tanto que a día de hoy sigue sin resolverse. En ese episodio, Loki emula a D. B. Cooper (o Dan Cooper según ponía en su billete de embarque), pseudónimo del secuestrador de un Boeing 727-100 de la compañía Northwest Orient el 24 de noviembre de 1971 (vuelo 305). A cambio de liberar indemne el avión y sus pasajeros, el misterioso desconocido pidió 200 000 $ y dos conjuntos de paracaídas. ¿Para qué?
Tras permitir el aterrizaje en Seattle para el reabastecimiento de la aeronave, liberar a los pasajeros y a la mayoría de la tripulación y llevar a cabo su extorsión, el avión volvió a los cielos. Mientras sobrevolaba una zona nubosa, Cooper abrió la compuerta trasera del avión y se lanzó en paracaídas con el dinero y el maletín con la presunta bomba. Habría aterrizado en algún lugar al suroeste del Estado de Washington. ¿Dónde concretamente? A día de hoy se desconoce.
Tampoco se sabe cuál fue su destino ni su verdadera identidad. La hipótesis más plausible para el FBI durante mucho tiempo fue que Cooper no sobrevivió al salto, pues durante años no se encontraron ni los paracaídas, ni el maletín ni el dinero… Hasta que 9 años después el joven Brian Ingram encontró en el río Columbia 5880 $ en billetes cuyo número de serie coincidía con aquellos entregados al secuestrador. A partir de entonces su rastro volvió a esfumarse.
A pesar de haber investigado a más de 800 potenciales sospechosos, el FBI no dispone aún de evidencias concluyentes. En 2016 se abandonó la investigación. Desde luego, D. B. Cooper pudo ser perfectamente la reencarnación del dios del engaño.