El pánico social es una gran excusa, un subterfugio en el que se amparan los cobardes para no dar a conocer informaciones de carácter sensible. Datos que, de saberse, más que generar miedo colectivo, ayudarían a salvar vidas.
Desde el sábado 7 de noviembre de 1970 en adelante se extendió una de estas censuras informativas, tanto o más que el reguero de isótopos radiactivos nocivos que se filtraron a la red de alcantarillado desde el Centro Nacional de Energía Nuclear, sito en la actual Ciudad Universitaria de Madrid, perteneciente a la Junta de Energía Nuclear (JEM), por entonces enfrascada en el confidencial proyecto Islero para fabricar una bomba atómica a espaldas de la comunidad internacional. A causa de una negligencia por la falta de preparación de los operarios, se estima que, entre 40 u 80 litros de residuos radiactivos compuestos por estroncio-90, cesio-137, rutenio-106 y plutonio, se fugaron durante el trasvase de los citados residuos.
Del alcantarillado, los contaminantes pasaron a los ríos Manzanares, Jarama y Tajo consecutivamente sin que nada pudiera pararlos, y más teniendo en cuenta que hasta el lunes las autoridades no reaccionaron porque estaban de fin de semana. Se llegaron a registrar cantidades 75000 veces mayores de las permitidas en las muestras de agua y tierra de las zonas más cercanas al origen del filtrado. Ni que decir tiene que los canales de riego, los campos de cultivo y, seguramente, el suministro urbano de agua que se alimentaban de esos ríos recibieron sus buenas dosis de residuos radiactivos.
La Administración franquista lo mantuvo todo bajo secreto. De manera confidencial, se enviaron técnicos agrícolas embutidos en batas a recolectar y confiscar las tierras contaminadas de los cultivos cercanos ante el asombro de los trabajadores del campo, anonadados al no saber lo que ocurría. Según la versión oficial, se estaban llevando a cabo experimentos con un nuevo tipo de pienso o bien una fuga de gasoil estaba contaminando los campos. Las labores de “limpieza” se caracterizaban por la lentitud y la dejadez, hasta el punto de que el primer informe de la FEM no vería la luz hasta dos meses después de las primeras extracciones de residuos, periodo en el que la población continuaría ingiriendo agua y alimentos contaminados despreocupadamente.
El alcance de los daños en la salud de la población se desconoce por la falta de un estudio epidemiológico que nunca se hizo. Gran parte de los lodos y las tierras contaminadas retiradas se enterraron mayoritariamente en Córdoba, aunque hubo una parte que se ocultó en zanjas clandestinas limítrofes, por ejemplo, con el canal del Jarama (procedimiento que respondía al nombre de «Operación Tajo») o bajo la Ciudad Universitaria. La eficacia del control y la gestión de estas zonas sigue siendo a día de hoy discutible a pesar de que las autoridades intenten tranquilizarnos sobre su inocuidad. Asimismo, todavía quedan varios documentos por desclasificar, imprescindibles para obtener una visión amplia y detallada de lo que realmente sucedió y el alcance de los daños.
EL DATO
Las corrientes radiactivas llegaron hasta Portugal a través del río Tajo, dejando un reguero de animales muertos a su paso. Las autoridades detectaron altos niveles de radiactividad en la desembocadura del río. Al igual que Franco, el dictador Salazar también intentó ocultar el desastre a la opinión pública.
REFERENCIAS
Planelles, M. (2018). Los márgenes del Jarama esconden desde 1970 restos de un escape radiactivo clandestino. El País [online] 15 de septiembre, disponible en: https://elpais.com/sociedad/2018/09/15/actualidad/1537017298_346043.html
Redacción (1994). Los informes secretos del accidente nuclear de Madrid. El País [online] 24 de octubre, disponible en: https://elpais.com/diario/1994/10/24/sociedad/782953223_850215.html
Wikipedia (2021). Escape radiactivo de la Junta de Energía Nuclear de 1970. Disponible en: https://es.wikipedia.org/wiki/Escape_radiactivo_de_la_Junta_de_Energ%C3%ADa_Nuclear_de_1970
