En las entrañas del Ártico, allí donde reina el oso polar, un remoto archipiélago contiene la póliza de seguro que puede salvarnos frente a un apocalipsis que estamos construyendo para nosotros mismos. Un faro de esperanza y resiliencia emerge tímido y sin llamar demasiado la atención de entre las dunas heladas. Su contenido es más valioso que cualquier joya y piedra preciosa que el ser humano haya podido codiciar, pues ese contenido puede determinar nuestra supervivencia en un mundo cada vez más inestable.
El Banco Mundial de Semillas de Svalbard, conocido también como bóveda del fin del mundo por algunos medios, es una versión moderna del Arca de Noé, solo que en vez de animales custodia millones de semillas de especies vegetales de importancia agrícola y alimentaria. Funciona como un almacén de copias de seguridad de simientes procedentes de todo el mundo con el fin de garantizar el suministro de semillas en caso de pérdidas y salvaguardar la diversidad genética de las miles de especies vegetales que constituyen la base de la agricultura. Una diversidad que contiene la clave para conseguir algo de ventaja frente a los complejos desafíos que se avecinan: aumentar el rendimiento de los cultivos para dar de comer a una población humana que crece desbocadamente, la obtención de variedades agrícolas que puedan resistir una crisis climática y unas sequías cada vez más intensas y catastróficas…
Diversos bancos de germoplasma nacionales y regionales ya han enviado duplicados de sus semillas a Svalbard conscientes de las múltiples amenazas que acechan a sus colecciones. Guerras, revoluciones, sabotajes, desastres naturales o, simplemente, la falta de mantenimiento, financiación o cualquier fallo en los sistemas de las instalaciones pueden conllevar la desaparición irreparable de variedades agrícolas únicas. De esta manera, se aseguran de contar con un respaldo al que recurrir como último recurso para reponer sus colecciones.
Millones de semillas bajo el hielo
Este lugar tan especial se inauguró el 26 de febrero de 2008 con un coste de casi 9 millones de dólares. Tal fue su éxito que, tan solo un año después de su apertura, ya custodiaba más de 200 millones de semillas repartidas en 400 000 muestras que representaban un tercio de las variedades agrícolas más importantes del planeta. Un número que fue creciendo inexorablemente con el paso de los años gracias al involucramiento de cada vez más países e instituciones tanto de carácter regional como internacional e, incluso, de comunidades indígenas, como la Nación Cherokee.
Actualmente, las muestras de simientes triplican la cifra de 2009 y pertenecen a más de 6000 especies de plantas. Por poner solo algunos ejemplos, bajo el hielo se conservan más de 25 000 muestras de soja, unas 80 000 muestras de diversas clases de cebada y más de 150 000 de trigo y arroz.
La Bóveda de Semillas de Svalbard está gestionada mediante un acuerdo tripartito suscrito por el gobierno noruego, el Centro Nórdico de Recursos Genéticos (NordGen) y la organización internacional Global Crop Diversity Trust (Crop Trust). El Ministerio de Agricultura y Alimentación en nombre del Reino de Noruega es el dueño de las instalaciones, NordGen supervisa la bóveda y administra la base de datos pública de los depósitos y el Crop Trust asegura el respaldo financiero de la Bóveda además de prestar asistencia logística y económica a los depositantes.
En cuanto a su infraestructura, la bóveda está compuesta solamente por dos edificaciones visibles desde la superficie: una humilde caseta que contiene la maquinaria necesaria para suministrar energía a la bóveda y la bóveda en sí, de la que solo puede verse su entrada: una estructura de hormigón que se adentra en una montaña de arenisca congelada. Tanto el techo como la fachada exhiben un intrincado maremágnum de espejos y fragmentos triangulares de acero inoxidable que reflejan la mágica luz polar durante los breves meses de verano. Durante el invierno, una red de cables envuelve al complejo con un resplandor verdoso, otorgándole un aspecto sobrenatural. Se trata de una obra de arte llamada “Perpetual Repercussion”, del artista noruego Dyveke Sanne.
Las puertas reforzadas impiden el paso a cualquiera. Solo el agua del deshielo de primavera tiene la osadía de infiltrarse y perturbar la tranquilidad del santuario. Estas puertas se abren en muy contadas ocasiones, ya que no hay personal trabajando de forma permanente en las instalaciones. Solo se abren cuando hay que realizar labores de mantenimiento o cuando hay que almacenar o retirar muestras de semillas.
Tras las puertas comienza el camino hacia las entrañas de la bóveda, que se encuentra a unos 120 m en el interior de la montaña. Un sobrio vestíbulo donde los operarios pueden cambiarse de ropa da paso a un interminable pasillo descendente aislado del exterior por paredes de roca con un grosor de 40 a 60 m. El pasillo se abre a una amplia habitación conocida como la “sala de la aurora boreal”. Una puerta reforzada la separa del sanctasanctórum de la bóveda: una enorme sala conocida como “la catedral” que se ramifica en tres cámaras de 9.5 m de ancho, 6 m de alto y 27 m de largo.
Estas cámaras protegen el tesoro más valioso de Svalbard: los duplicados de semillas. En varias estanterías alineadas a lo largo de las cámaras se encuentran apiladas miles de cajas debidamente etiquetadas. Hasta 3000 cajas caben en cada una de estas habitaciones. Solamente la segunda cámara ha alcanzado el máximo de su capacidad. Las otras dos están en camino. Juntas pueden llegar a albergar hasta 4.5 millones de muestras de simientes.
En cada contenedor, las semillas se encuentran debidamente protegidas en varias bolsas herméticas de aluminio. La refrigeración de las cámaras se mantiene artificialmente a -18 ºC y la humedad a niveles mínimos para reducir todo lo posible la actividad metabólica de las semillas y garantizar así su viabilidad durante décadas y siglos. ¿Acaso pueden sobrevivir tanto tiempo unas semillas en esas condiciones? Tendremos que esperar hasta el año 2120 para conocer la respuesta, pues es cuando terminará el ambicioso experimento de los 100 años, iniciado en 2020. El estudio consiste en evaluar cada 10 años durante un siglo la viabilidad de las semillas de 13 especies de plantas habituales en nuestros campos de cultivo, como la cebada, el guisante o el trigo, para conocer con precisión cuánto tiempo pueden sobrevivir.
¿Por qué Svalbard?
¿Por qué se eligió el archipiélago noruego de Svalbard para situar el Banco Mundial de Semillas? De acuerdo con un estudio de viabilidad publicado en 2004, Svalbard era el lugar del planeta que garantizaba el mayor grado de protección para la póliza de seguro del futuro de la humanidad.
Svalbard es un archipiélago situado en el océano Ártico. Pertenece al reino de Noruega desde 1920, constituyendo su territorio más septentrional. De todas sus islas, solo 3 están habitadas: Spitsbergen, que es la más grande de todo el archipiélago y la que precisamente alberga la bóveda de semillas, la Isla del Oso y Hopen. En la primera de ellas se encuentra el asentamiento más poblado de Svalbard, Longyearbyen, que está situado a apenas 3 km del banco de semillas y que acoge a la mayor parte de los 3 000 habitantes que viven en todo el archipiélago. La comunicación entre los asentamientos brilla por su ausencia. Las carreteras apenas son un esbozo, por lo que se utiliza mayormente la motonieve, el avión o el barco para llegar a los diferentes destinos.
Además de remota, Svalbard es una región peligrosa, ya que por ella pulula a su antojo el oso polar (Ursus maritimus), el carnívoro terrestre más grande del mundo. La población de este úrsido ha sido censada entre los 2 000 – 3 000 individuos. Hay prácticamente más osos que personas, razón por la cual nadie sale de casa sin su rifle.
Precisamente su aislamiento geográfico es una de las razones más importantes que hicieron de Svalbard el mejor candidato para albergar el Banco Mundial de Semillas. Al ser un lugar tan remoto está más protegido frente a catástrofes naturales y humanas y lo excluye como objetivo primordial de un ataque terrorista o de sabotaje. La zona posee una actividad tectónica y volcánica muy pobre, por lo que el daño que puede hacer un terremoto o un volcán es prácticamente inexistente. Además, la montaña de arenisca que alberga la bóveda es estable y actúa como barrera contra radiaciones externas.
Por otra parte, las condiciones geológicas y climáticas propician una conservación adecuada y duradera de las semillas de forma natural. El clima de Svalbard es muy frío y el suelo es de permafrost, es decir, está congelado permanentemente (aunque el cambio climático amenaza con hacerlo desaparecer), de manera que se genera un entorno refrigerado ideal para almacenar semillas. Si el suministro eléctrico de la bóveda fallase, las condiciones naturales del entorno se encargarían de evitar que las temperaturas de las cámaras alcanzasen niveles preocupantes, siempre y cuando el cambio climático no perturbe esas condiciones. Y hablando de cambio climático, el incremento de las temperaturas fomenta el deshielo de los casquetes polares y el aumento del nivel del mar. ¿Podrían inundarse las instalaciones de Svalbard? Por suerte es muy poco probable, porque la bóveda de semillas está situada a más de 100 m sobre el nivel del mar.
¿Se han retirado semillas alguna vez?
El Banco Mundial de Semillas de Svalbard está pensado para funcionar como una fuente de último recurso y para ser utilizado en los casos más catastróficos. Si bien cada organismo depositante es el propietario exclusivo del contenido de sus cajas, la idea es que sólo retire sus muestras en situaciones excepcionales. Dicho de otro modo, cada vez que se retiran muestras de semillas significa que algo muy malo ha ocurrido, algo del calibre de la guerra civil siria.
En 2015, la organización International Center for Agricultural Research in the Dry Areas (ICARDA) solicitó la recuperación de varias de sus muestras cuando la gestión de su banco de semillas en Alepo (Siria) se hizo inviable a causa de la guerra. Fue la primera y, de momento, la única vez que la bóveda se ha abierto para vaciarse parcialmente. Algunas de esas muestras fueron cultivadas con éxito en Líbano y Marruecos y el resto fueron devueltas al refugio noruego.
Svalbard no solo es la salvaguarda que asegura el futuro de la agricultura y de nuestra alimentación. También es un símbolo, un resultado grandioso producto de la cooperación internacional que ha logrado superar las diferencias socioeconómicas y los desacuerdos políticos. Un faro de esperanza y un recordatorio más de la importancia fundamental de la ciencia.
REFERENCIAS
Crop Trust (2023). Svalbard Global Seed Vault [online] disponible en: https://www.croptrust.org/work/svalbard-global-seed-vault/
Fowler C, George W, Shands H, Skovmand B (2004). Study to assess the feasibility of establishing a Svalbard Arctic seed depository for the international community. Prepared for the Ministry of Foreign Affairs (Norway). Å s, Norway: Center for International Environment and Development Studies. Agricultural University of Norway and the Nordic Gene Bank. Disponible en: https://www.regjeringen.no/globalassets/upload/lmd/kampanjesvalbard/vedlegg/frohvelv_study_to_assess.pdf
NordGen (2020). Svalbard Global Seed Vault commences seed experiment that will last for 100 years [online] disponible en: https://www.nordgen.org/en/svalbard-global-seed-vault-commences-seed-experiment-that-will-last-for-100-years/
NordGen (2023). Svalbard Global Seed Vault’s Seed Portal [online] disponible en: https://seedvault.nordgen.org/
Robins-Early N (2015). Syrian war causes the global doomsday seed vault’s first withdrawal. The Huffington Post [online] 22 de septiembre. Disponible en: https://www.huffpost.com/entry/global-seed-vault-svalbard-syria_n_560152ebe4b00310edf87694
Walsh B (2009). The planet’s ultimate backup plan: Svalbard. Time [online] 27 de febrero. Disponible en: https://content.time.com/time/health/article/0,8599,1882288,00.html