Con frecuencia, cuando nos topamos con caballos o vacas, los solemos ver intentando librarse de los molestos insectos que revolotean alrededor de sus ojos. ¿Qué hacen ahí? ¿Buscan algo o simplemente se dedican a chinchar? La próxima vez que seas testigo de este fenómeno, acuérdate de este término: «lacrifagia», porque seguramente estés asistiendo al intento de esos insectos de alimentarse de las lágrimas.
La lacrifagia o alimentación a partir de lágrimas es un fenómeno bastante extendido entre los artrópodos terrestres. Donde más casos se conocen es en el grupo de los lepidópteros (mariposas y polillas), pero también hay especies de dípteros (como algunas moscas), ortópteros (como algunos saltamontes) e himenópteros (abejas) que manifiestan este comportamiento. Los huéspedes suelen ser grandes mamíferos, incluyendo al Homo sapiens, reptiles de gran tamaño, como tortugas y cocodrilos, y algunas aves. Hasta hace poco, este comportamiento se restringía a artrópodos con probóscide o espiritrompa, el órgano bucal con forma tubular como el que presentan moscas y mariposas. Lógicamente, este órgano permite aproximarse lo justo y necesario a un órgano tan sensible como es el ojo para absorber las lágrimas sin molestar al huésped y evitar que reaccione violentamente. Sin embargo, la ciencia sigue descubriendo nuevos especímenes «lacrífagos», algunos tan inesperados como una cucaracha. De hecho, en 2019 se pudo fotografiar en la Amazonía ecuatoriana un ejemplar situado sobre la cabeza de una lagartija (Anolis fuscoauratus) con su aparato bucal masticador sobre el ojo del reptil, presumiblemente alimentándose de sus lágrimas (imagen a continuación). Fue un hallazgo impactante, en parte porque es un insecto sin probóscide, por lo que tiene que pegarse al ojo y arriesgar su supervivencia.
La lacrifagia se define como una alimentación suplementaria, es decir, no estaría supeditada a la obtención de energía y de nutrientes esenciales, sino a la adquisición de micronutrientes muy concretos. De esta forma, los especialistas la suelen relacionar con el comportamiento conocido como puddling o encharcamiento. Este hábito consiste en la alimentación a partir de lodo, excrementos, carroña y/o secreciones de vertebrados, incluyendo sangre, sudor y lágrimas. Si has visto en alguna ocasión un enjambre de mariposas concentradas sobre un charco de barro o moscas sobre excrementos, has sido testigo de este fenómeno. No obstante, hay que hacer un pequeño matiz, ya que algunas especies adquieren todos los nutrientes básicos de sus dietas a partir de estas fuentes. Estos casos no podrían ser considerados puddling, porque no van en busca de micronutrientes específicos. El puddling, por tanto, hace referencia a la alimentación que persigue la obtención de suplementos dietéticos. ¿Y qué tipo de suplementos? Principalmente, sodio (Na) y nitrógeno (N), aunque también fósforo, agua o glúcidos.
Si te has llevado una lágrima a la boca, habrás notado que está salada. Esto se debe a que uno de sus componentes fundamentales es la sal (NaCl). De aquí obtienen el sodio los insectos lacrífagos, un elemento fundamental para el correcto mantenimiento de la presión sanguínea y la actividad neuromuscular, la ósmosis celular y la absorción de aminoácidos en los intestinos. También juega un papel importante en la reproducción. El nitrógeno lo pueden obtener aquellos insectos que dispongan de proteasas para digerir las proteínas contenidas en las lágrimas, porque resulta que las lágrimas tienen altos niveles de proteínas, mucho más que el sudor, por ejemplo. También es determinante en el éxito reproductivo. La lacrifagia se ha observado con frecuencia en insectos herbívoros y detritívoros. La dieta de los primeros suele ser pobre en Na y la de los segundos en N, por lo que las lágrimas se presentan como una fuente suplementaria de recursos deseable.
¿Cuál es el papel de la lacrifagia? ¿Contribuye a la supervivencia de aquellos que la practican? ¿Mejora su estado de salud? Hay un par de datos que aportan pistas sobre la utilidad funcional de la lacrifagia (y del puddling en general). Por un lado, se ha observado que son los machos quienes realizan este comportamiento en la mayoría de las especies investigadas. Cierto es que hay casos en los que las hembras son las que van en busca de lágrimas y otros en los intervienen ambos sexos indistintamente, pero no es la norma. En el caso de las mariposas, algunos han sugerido que son los machos los que mayoritariamente buscan fuentes de Na extra por ser quienes más lo necesitan, ya que son más activos volando que las hembras y, en consecuencia, tienen más desgaste. Sin embargo, esta hipótesis apenas cuenta con apoyo por el momento. Sucede otra cosa: apenas hay registros sobre lacrifagia u otros tipos de puddling en las etapas previas a la madurez sexual. En resumen, son comportamientos restringidos fundamentalmente a machos adultos (y, por tanto, con capacidad reproductiva). Por lo tanto, el Na, el N y otros micronutrientes obtenidos mediante puddling deben estar estrechamente relacionados con alguna actividad exclusiva de los adultos, como la reproducción, hipótesis avalada por el hecho de que el puddling a menudo precede a la cópula.
Seguramente, la lacrifagia (y el puddling) contribuyan a la supervivencia de los machos, pero también a mejorar sus posibilidades de tener descendencia, por ejemplo, mediante el incremento de la movilidad de sus espermatozoides o ayudando a mantener un estado fisiológico saludable que les permita competir con otros machos por el acceso a las hembras. Sin embargo, también pueden asegurarse la descendencia si regalan esos recursos a las hembras. Este procedimiento se conoce como «regalo nupcial»: los machos impregnan sus espermatóforos (cápsulas que contienen los espermatozoides) con estos nutrientes y se los ceden a la hembra durante el apareamiento. Una vez en la hembra, los nutrientes pueden seguir diversas vías: reponer las pérdidas nutricionales derivadas de la formación de los huevos; traspasarse al vitelo de los huevos y a las larvas, de manera que nacerán con un extra de nutrientes con el que podrán hacer frente a las carencias nutricionales, afianzar su supervivencia al menos hasta adquirir capacidad reproductiva y transmitir sus genes (y los de sus progenitores) a la siguiente generación… Por tanto, la lacrifagia (y el puddling) serían determinantes asegurando el éxito reproductivo de estos animales. De hecho, hay evidencias sobre mejores tasas de supervivencia de larvas que han nacido de huevos provistos con un extra de Na, como es el caso de la mariposa Thymelicus lineola, aunque para otras especies que practican algún tipo de puddling no se ha visto semejante relación. Por si esto fuera poco, hay estudios que apuntan a que las hembras de algunas especies de insectos que practican puddling son capaces de discriminar a los machos de mejor «calidad» en función de la concentración de Na que contengan sus espermatóforos. De esta manera, podrían elegir el espermatóforo de aquel que le vaya a garantizar la transmisión de sus genes por varias generaciones.
La lacrifagia se suele clasificar dentro del comensalismo, esto es, la relación ecológica en la que uno de los participantes obtiene beneficios mientras que el otro no sale ni perjudicado ni beneficiado, aunque a veces puede rozar el puro parasitismo cuando el huésped sufre daños o molestias, que pueden ir desde la mera irritación ocular hasta la transmisión de infecciones bacterianas o por nemátodos, como la temida telaziasis.
Antes mencionaba que el ser humano puede ser huésped de algunos insectos lacrífagos. Efectivamente, se conoce un grupo de abejas, las meliponinas, también conocidas como abejas sin aguijón, que cuentan con varios representantes que se ven fuertemente atraídos por las lágrimas humanas (por ejemplo, de las especies Lisotrigona cacciae, L. furva o Pariotrigona klossi), aunque también acuden a otros grandes mamíferos. Son las obreras las encargadas de recolectar lágrimas, visitando los ojos humanos individualmente o en enjambres de entre 5 – 7 individuos. Es probable que se ayuden entre sí para encontrarlos dejando rastros de feromonas que guíen a sus compañeras. De esta forma, son capaces incluso de localizar un ojo aunque esté cerrado. Se piensa que, además de agua, estos himenópteros consumen lágrimas para obtener aminoácidos y sales. Asimismo, parecen haber sufrido la pérdida o la reducción de algunos rasgos para optimizar su comportamiento lacrífago, por ejemplo: suelen visitar escasamente las flores, presentan poca cantidad de polen o resina adherida a las patas, una pilosidad corporal reducida, etc. Todo esto sugiere un fenómeno de compensación o trade-off: obtienen los micronutrientes principalmente de las lágrimas en vez de en las flores, así que los caracteres que facilitaban su interacción con las flores terminan por reducirse o perderse al perder su utilidad. Esto, además, repercutiría positivamente en la lacrifagia, pues una pilosidad o cantidad de resina elevadas podrían provocar irritación en el huésped o que el insecto quedase atrapado entre las pestañas.
Los invertebrados lacrífagos suelen presentar características que maximizan los beneficios obtenidos a partir de este comportamiento. Estas adaptaciones se resumen en posibilitar una estancia lo más prolongada posible sobre el ojo del hospedador sin llamar su atención o perturbarle. Así, las especies lacrífagas han desarrollado distintos comportamientos y rasgos con este fin. Por ejemplo, la polilla Filodes fulvidorsalis intenta ingerir lágrimas situándose lejos de los ojos del hospedador. Esto es posible porque dispone de una espiritrompa muy larga. Además, le conviene que sea así, ya que, cuando está posada, suele mantener las alas desplegadas, lo que podría generar irritación en los ojos del hospedador. En cambio, Hypochoris hyadaria puede acercarse más a los ojos. Al igual que otros miembros de su familia, tiende a mantener las alas elevadas cuando está en reposo sin tener que correr el riesgo de molestar al hospedador. Rhagostis olivacea, una mariposa de gran tamaño y con abundante pilosidad en sus patas, trata de interferir lo menos posible planeando alrededor del ojo y extendiendo su espiritrompa sin necesidad de posarse.
REFERENCIAS
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