Koko fue una gorila muy especial. Aprendió más de 1000 signos que empleó para comunicarse con nosotros, empatizó intensamente con varios gatitos a los que acogió como mascotas e incluso estrechó sólidos lazos con su amigo el actor Robin Williams, de quien sintió intensamente su pérdida. Alertó a la humanidad de su irrespetuosidad hacia el planeta y el resto de seres vivos. En suma, dejó una huella indeleble en todos nosotros.